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En un lugar de la mancha… y con unas bicicletas

En un lugar de la mancha… y con unas bicicletas

 

Entrado el nuevo año, en el cual os deseo lo mejor y que traiga muchas más alegrías que malos momentos, os voy a contar un historia que me apetecía desde hace tiempo y que el amigo Techo Díaz quería leer.

Es una historia de las que hacen afición al ciclismo, una que a mí particularmente, desde que la escuché en tierras toledanas, me sirvió para ver la grandeza de este deporte.

Amigos, cuentan los más viejos y sabios que en un lugar de la mancha, de cuyo nombre sí que puedo acordarme y al que llamaremos un pueblo de Toledo, había una buena afición por el ciclismo. Allá por el mes de agosto de uno de esos años duros para España, en los que llenar el estómago era la principal preocupación de la mayoría, en las fiestas patronales de un pueblo de Toledo, la carrera ciclista que se celebraba anualmente era una de las principales atracciones y aficiones de los lugareños que salían de sus casas para arengar a los ciclistas que corrían por las calles del lugar.

En aquella época había un joven de la tierra, toledano de Pro, que respondía y responde al nombre de Federico Martín Bahamontes; que junto a otro ‘chaval’, que respondía al nombre de Ladislao, también de la zona, éste de la provincia de Cuenca; gustaban de practicar su deporte favorito, el ciclismo. He dicho practicar, pero creo que es mejor decir que vivían el ciclismo.

Como cuentan los sabios del lugar y en muchas ocasiones el propio Bahamontes ha relatado también, la vida era dura y para ir a las carreras de los pueblos de la zona no había otro modo que ir en la bici. Además, como el zurrón iba más vacío que lleno, había que comer uvas y almendras y otras cosas que uno se encontraba por el camino.

Algunos desplazamientos eran largos y duros y como el caracol que lleva su casa a la espalda, había que llevar todo lo necesario para el viaje en la bici. Estamos hablando de un viaje de más de 100 kilómetros, por las carreteras de la época y después había que correr la carrera. Con éstas, a veces convenía llegar antes a la localidad, descansar un poco y disputar la prueba, en la que si el premio eran unas pesetas, no se podían dejar de lado de ninguna de las maneras.

Pues bien, en uno de esos desplazamientos, Fede y Ladis se encontraban con pocos recursos para pasar la noche y llevarse algo a la boca, con lo que la picaresca se ponía en marcha y había que estudiar bien la situación. Cuentan que los dos bravos corredores castellano-manchegos vieron que había que hablar con el alcalde del pueblo y proponerle recibir los premios de la carrera por adelantado:

-“Mañana, éste y yo, vamos a ser primero y segundo en la carrera. ¡Se lo aseguramos! Y dado que nos hace falta, nos gustaría que usted nos diera las pesetas de los dos premios por adelantado”.

 

Profirió uno de los jóvenes corredores, a lo que el alcalde un tanto estupefacto respondió:

-“Hombre…no sé…, y eso quien me lo asegura a mí”.

-“Se lo aseguramos nosotros y responderemos ante ello”.

Dijo uno de los ciclistas, tras lo cual, el otro apostillo:

-“Si no nos hiciera falta, no se lo pediríamos”.

Tanta determinación y arrojo llevó al alcalde, no sin algunas dudas, a proceder a lo propuesto por los jóvenes corredores.

Así fue, y a la mañana siguiente se celebró la carrera ciclista del pueblo, con todos los vecinos fuera de sus casas, arengando a los deportistas y disfrutando de uno de los momentos más gratificantes de las fiestas patronales. Terminó la carrera y… ¡dicho y hecho! Federico Martín Bahamontes y Ladislao Soria fueron primero y segundo de la carrera.

Sin duda que tenían valentía los dos y confiaban en sus posibilidades, curtidos por las carreteras y las penurias que había que pasar, sabían que ese sacrificio les llevaría a poder seguir disfrutando de la bicicleta y recibiendo el caluroso aplauso de las gentes enardecidas, allá donde iban. A mí me parece una historia muy bonita, una anécdota que creo, merecía la pena contar y –con lo que los más veteranos nos cuentan- reconstruir en nuestra mente esta bonita manera de vivir el ciclismo. Esta y otras muchas historias que trataremos de ir recopilando desde el Tío del Mazo, queremos que sirvan de homenaje y reconocimiento hacia tantos y tantos ciclistas que conocidos o desconocidos, ganadores o no ganadores, desde hace muchos años, han medido sus fuerzas, su inteligencia y su coraje por las carreteras de nuestro país.

 

Así nos gusta el ciclismo, nos gusta que de vez en cuando recordemos de donde venimos y miremos hacia donde vamos y, sobre todo, nos gusta compartir con los amigos vivencias de la bici y todo lo que significa para los que un día nos quedamos prendados de la bici, y ahí seguimos.

 

Por un Señor de Toledo

 

 

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