Digamos al menos que lo reduce, porque la contrarreloj del último día en Milán ha tenido que variar su recorrido a causa de las elecciones municipales que se celebran en la ciudad italiana. Y más de uno se preguntará cómo, si los recorridos se plantean con tanta antelación, a nadie se le había ocurrido que plantar la contrarreloj final de una prueba tan prestigiosa como el Giro el mismo día de las elecciones locales no era una buena idea.
Al parecer, lo que no se les había ocurrido al propietario de uno de los equipos de fútbol de la ciudad y la mitad de los medios de Italia ni a su candidata era la posibilidad de perder las elecciones. En la ciudad de las gomas de borrar los comicios municipales se celebran a dos vueltas y Berlusconi no había previsto ni por un momento la posibilidad de no conseguir la mayoría absoluta en la primera vuelta.
Así que de repente se encuentra en su ciudad, el día en que tienen que votar a su partido, una carrera ciclista que dificulta el acceso a las urnas y que, para colmo de males, va a ganar un tío de Pinto. Solución, borro cinco kilómetros y medio de contrarreloj y elimino los pasos más emblemáticos por la ciudad.
Total, los italianos ya están bastante cabreados con Contador y es probable que le echen la culpa a Berlusconi, así que para qué correr más riesgos. Y además, y sobre este tema volveremos otro día, parece ya pertinente anunciar que la contrarreloj, la especialidad más difícil y técnica en el ciclismo, ha muerto para las grandes vueltas del ciclismo contemporáneo.
Por Techo Díaz
