Por Techo Díaz.- Decidido. Me voy a hacer una camiseta con el careto de Bjarne Riis, en su máxima expresión de fealdad. No sé si coger la versión de 1996 o la de 2012. Porque tampoco sé en cuál de las dos épocas está más feo. Sólo sé que es el símbolo del mal.

Cuando hace apenas unas horas, el manager danés del Saxo Bank ha aparecido acompañando a Contador en la rueda de prensa, en sus primeras palabras tras la sanción del TAS, muchos se han echado las manos a la cabeza. “Mala compañía”, se oía entre el pajarerío. “Un dopado confeso”, se escandalizaban algunos.

Desde el mismo momento en que Alberto Contador quedó desposeído del Tour de 2010, Bjarne Riis pasaba a ser el ganador de ese mismo Tour. Porque el danés era quien dirigía entonces a Andy Schleck, ahora ganador de la ronda francesa de aquel año. Y sin embargo, se ha quedado con Alberto, apoyándole en todo momento, admirándole y comparándole con los más grandes de la historia: Eddy Merck y Miguel Indurain.

Igual que el conjunto de paletos kazajos del Astaná que salieron corriendo a la menor sombra de sospecha en su camiseta. No sea que alguien fuese a pensar que Vinokourov o Kashechkin no eran la reencarnación del bien.

El danés ha estado de lujo. Igual que su entonces pupilo y ahora ganador del Tour 2010, Andy Schleck, quien reconoce que ganar así no le produce alegría y quien ha repetido que siempre ha creído en la inocencia de Alberto. Lo que pasa es que no voy a hacerme una camiseta del luxemburgués. No es ni la mitad de feo que Bjarne y no escandaliza a nadie. De hecho, si no fuese por alguna que otra cerveza que se le va de las manos sería algo así como la versión ciclista de Federer, céntrico, educado, formal y superdotado para el deporte, pero un cero en el marketing del mal.

Una camiseta de Bjarne Riis es otra cosa. Primero porque tumbó a Indurain. Ya deberíamos odiarlo por ello. Pero es que además lo ganó dopado. Y el tío lo confesó. Para joder más. Luego ganó otro Tour como director del CSC, pero se peleó –dicen– con Carlos Sastre. Y luego el Tour de 2010, hace dos días, con Andy Schleck, cuando se lo quitaron a Contador, al que salió a defender al día siguiente en rueda de prensa. A Schleck, en cambio, le puso a parir por escaparse del hotel para salir a tomarse una cerveza en una Vuelta a España.

Joder, está claro. Este tío es el malo. Y además es feísimo. Estaba por comprarme una camiseta de Mala Madre, el protagonista de Celda 211, pero entre calvo y calvo no hay color. El danés acojona más y es la reencarnación del mal. Con esa camiseta todos me abrirán paso, se cambiarán de acera horrorizados ante la mera visión del tipo que se dopó en 1996. A no ser, claro, que alguien valore en algo la sinceridad. Y la valentía.

 

 

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