Por El Hombre de los Manguitos.- El otro día escuchando la radio me topé con una tertulia sobre el fútbol y sus aficionados… Lo primero que pensé es que en Agosto sin Liga, sin Copa del Rey, sin Mundial y sin más fútbol que llevarse a la boca que los torneos de verano, los programas que dicen ser deportivos pero que en realidad no son más que programas futboleros no tenían nada que contar y se tenían que inventar algo medianamente interesante de qué hablar.

El caso es que se planteaba la cuestión de cuándo uno empezaba a hacerse seguidor de un equipo o de otro. Uno de los contertulios defendía la idea de que las afinidades deportivas nacen en la infancia y que, normalmente, en esa época de la vida del ser humano uno se apega al equipo que te garantice el éxito… porque a ningún niño le gusta perder. Así, si te empezó a gustar el fútbol a finales de los 80 no sería extraño que fueras del Madrid gracias a la Quinta del Buitre. Del mismo modo si te empezó a gustar a primeros de los 90 lo suyo es que seas del Barcelona del Dream Team de Cruyff.

perico delgado 1986Otro apoyaba esa teoría explicando además su caso personal. Decía ser aficionado del Real Zaragoza desde que tenía 5 años cuando, tras una tarde gloriosa de fútbol para ese equipo hubo una explosión de alegría en su casa de tal calibre que ya nunca más pudo hacerse afín a otro equipo. Y concluía diciendo que gracias a aquella tarde él era Zaragocista… o, quizá, por culpa de aquella tarde era Zaragocista ya que en toda su vida el Zaragoza le había dado más disgustos que alegrías.

Esta reflexión me hizo pensar en cuándo me hice yo aficionado al ciclismo profesional y a quién debía agradecérselo o a quién debía culparle de esta afición.

Mis primeros recuerdos de ciclismo profesional que tengo ni siquiera incluyen bicicletas… Me explico… A mí el ciclismo me importaba muy poco cuando tenía 7 u 8 años, pero si recuerdo jugar a las carreras ciclistas con las chapas de los botellines de refrescos a los que se les pegaban unas pegatinas con la foto y el nombre del ciclista. Luego se hacía un recorrido con curvas y se organizaba una carrera a base de darle pequeños empujones a las chapas.

A este juego yo jugaba en el colegio o con mis hermanos mayores. Recuerdo que mi hermano mayor siempre se cogía a Bernard Hinault ya que decían que era el mejor corredor de la historia y, de hecho, era el mejor corredor del momento. Mi otro hermano y yo nos peleábamos por coger a los que nos sonaban más… Greg Lemond, Marino Lejarreta, Jose Luis Laguía, Pedro Delgado, Eduardo Chozas, Vicente Belda… el que nunca cogíamos porque nos caía muy mal aunque no nos había dado motivos era Laurent Fignon que aparecía en la foto de la chapa con su coleta rubia, sus gafitas y cara arrogante.

En el Tour del 88Si tengo que elegir un momento en que empecé a seguir el ciclismo de verdad tendría que irme hasta el Tour de Francia de 1987, cuando yo tenía 10 años. Hinault se había retirado fracasando en su intento de ser el primero en ganar 6 Tours de Francia. Greg Lemond, campeón del año anterior no podía participar por lesión. Parecía una competición muy abierta en la que Pedro Delgado, que aquel año corría en el equipo PDM holandés, tenía opciones de ganar.

Llegó la última semana de competición y Pedro Delgado llegaba con el maillot amarillo de líder con una exigua diferencia sobre Stephen Roche. Tan sólo quedaba una etapa de montaña y Perico tenía que aumentar esa ventaja para poder afrontar la contrarreloj final con posibilidades. Mis hermanos y yo empezamos a dar saltos de alegría cuando vimos que Perico atacaba al comenzar el último puerto y que Roche no podía seguirlo. Animábamos a cada pedalada que daba pero… poco a poco la alegría se empezó a convertir en preocupación… Por la tele Pedro González iba dando referencias en las que paulatinamente Roche iba recortándole tiempo a Perico. Al final de la etapa Perico alcanzó la meta por delante de Roche por unos escasos 2 segundos. Sin embargo, mi hermano lo vio claro, no había que ser pesimista, Roche había acabado la etapa hecho papilla y seguro que no se recupera para la contrarreloj.

El optimismo volvió a reinar en casa… hasta el punto de que convencimos a mis padres para que nos llevaran el sábado a Segovia a seguir en la tierra de Perico la contrarreloj que iba a dar el tercer Tour al ciclismo español y el primero de los muchos que iba a ganar nuestro reciente ídolo… Perico.

La historia ya la sabéis… Fuimos a Segovia con sus calles desiertas a media tarde… Los bares llenos de gente que querían vivir con sus vecinos frente al televisor el éxito del ciclista segoviano. Al principio todo era euforia y gritos de ánimo al ver salir a Perico vestido de amarillo para afrontar su contrarreloj… Los ánimos empezaron a bajar y poco a poco el silencio se empezó a apoderar del bar en el que asistimos a lo que para mí, un niño de apenas 10 años, fue en aquel momento una de las mayores decepciones de mi vida. Al final Perico perdió el Tour por una diferencia inferior al minuto. Aquel Tour del 87 fue el primer evento deportivo que realmente me hizo vivir emociones fuertes aunque al final acabara con una mezcla de decepción y orgullo.

Un año después volvimos a Segovia… pero esta vez en domingo, el día en que el Tour llegaba a París. La ciudad ardía en una alegría efervescente. Las calles estaban repletas de gente que había acudido a la fiesta que coronaría a Perico como Rey de Francia. Recuerdo que una estatua del centro de Segovia había sido vestida con un maillot amarillo de Credit Lyonnais y una cinta del pelo del equipo Reynolds, que era el equipo de Perico desde aquel año, y una bicicleta. Una leyenda al pie de la estatua decía “Don Pedro Delgado”.

También recuerdo que uno de los muchos mesones que hay en Segovia había puesto una mesa a la entrada del establecimiento con varias botas y porrones de vino invitando a los peatones a echar un trago con un elocuente cartel “Echa un traguico que invita Perico”.

Junto al acueducto se había instalado una pantalla gigante para ver la última etapa. Al cruzar la línea de meta las campanas de las iglesias de la ciudad sonaron en honor a Perico. La explosión de alegría colectiva fue indescriptible… Por fin, Perico había conseguido la victoria que el año anterior le fue esquiva… Desde aquel día supe que, de un modo u otro, siempre seguiría el desarrollo del Tour de Francia.

La publicidad de la época siempre contó con Perico

Casi como si fuera una tradición, volvimos a Segovia al año siguiente. Perico había luchado por ganar el Tour del 89 hasta la extenuación… pero el despiste de la etapa prólogo y la pájara de la contrarreloj por equipo pesaron demasiado como para que pudiera culminar una remontada épica. Sin embargo, iba a quedar tercero y ya casi nos parecía normal ir a Segovia a vivir el final del Tour de Francia. También teníamos ganas de ver perder al malvado Laurent Fignon el maillot amarillo en la última etapa como así sucedió por una diferencia aún más pequeña que la que dio al traste con las opciones de Perico dos años antes.

Y es que a Fignon le teníamos gato, insisto sin motivo racional, simplemente nos caía mal. Así que festejamos aquel Tour un poco… no porque lo ganara Lemond, sino porque lo perdió Fignon, la chapa con la que no queríamos jugar, y de la forma más cruel.

En conclusión… que gracias a la decepción del 87, la alegría del 88 y la resignación del 89 que Perico nos hizo vivir yo soy aficionado al ciclismo profesional. Y no sé si debería decir que es gracias a Perico… o por culpa de Perico.

Por culpa de Perico me gusta el ciclismo profesional… pero me gusta el ciclismo contestatario, racial, agónico. Me gusta cuando se manda a dos gregarios a escaparse al principio de una etapa de alta montaña para montar una escaramuza a 2 o 3 puertos de meta y tener compañeros de equipo por delante que te ayuden a destrozar la carrera. Me gusta el estilo Pantani, el estilo “Chaba” Jimenez, el estilo Nairo Quintana, el estilo Purito Rodriguez, el estilo Escartín, el estilo Contador… Y digo que es por culpa de Perico y no gracias a Perico porque este estilo, mucho más espectacular y vistoso gana batallas pero rara vez gana la guerra. La general suele ser cosa de ciclistas controladores que machacan en la contrarreloj y aguantan en la montaña…

A mi me gusta el ciclismo de finales de los 80 igual que me empezó a gustar el fútbol a finales de los 80… por eso soy madridista y periquista. Si me hubiera gustado el ciclismo y el fútbol de primeros de los 90 seguramente sería Indurainista y barcelonista.

En fin… gracias Perico.

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