Por Techo Díaz.- Que los ciclistas están hechos de otra pasta es algo que ya todos sabemos. Pero si además ese ciclista es una leyenda, se llama Alejandro Valverde y lo ha ganado casi todo es fácil imaginarse que estamos ante un humano extremadamente inusual, fuera de lo corriente. Con un gen competitivo propio de otra galaxia.
El pasado sábado, en una maldita curva rociada con gasolina, las ilusiones del tetracampeón de Lieja se fueron al suelo y se estamparon contra una valla metálica. La noche de los hechos, en una entrevista en Onda Cero, contaba Eusebio Unzué que en los primeros instantes de dolor, Alejandro Valverde solo gritaba una cosa: “la rodilla, la rodilla”.
Pero fueron solo unos momentos de confusión, de dolor extremo. Cosas que pasan cuando te fracturas la rótula, el estrágalo y te haces cortes en la tibia. Poco después, tras ser atendido por su equipo, el murciano solo tenía una inquietud: saber qué tiempo había marcado en le punto intermedio. Fue lo primero que les preguntó.
Tras sufrir una grave lesión, Valverde ha preguntado a su equipo qué tiempo había marcado en el punto intermedio. DE OTRA PASTA #TDF2017
— Borja Cuadrado (@BorjaCuadrado) 1 de julio de 2017
Así lo cuenta en Twitter el periodista de la ser Borja Cuadrado, quien apunta que, además, Valverde rodaba en tiempos de Castroviejo, es decir a la altura de Froome y de los mejores y con ropa de Movistar. Estaba haciendo una crono sensacional y, por supuesto, arriesgando en cada curva.
Y es que el veterano corredor, uno de los mejores bajadores del pelotón, no escatimaba en riesgos. Había venido a tope y quería demostrarlo desde el primer día. No en vano, sin ser su especialidad, ya en Dauphine había hecho mejor crono que Froome, algo que quería repetir en la lluviosa ciudad de Dusseldorf.
No pudo ser. El ciclismo es un deporte cruel que esconde riesgos donde menos te lo esperas. Los ciclistas pueden bajar a 130 kilómetros por hora sobre sus finísimas ruedas en un puerto de montaña y que no les pase nada, y darse luego la madre de todas las hostias en un circuito urbano. Eso es hasta normal y parte del juego, como también lo es levantarse y seguir con un brazo roto, sangrando o con todo tipo de indigestiones. Lo que no es normal, ni siquiera en el ciclismo, es que después de un golpe brutal , cuando la temporada se ha ido al traste, lo primero que hagas es preguntar qué tiempo ha marcado en el punto intermedio. Para eso hay que ser muy Alejandro Valverde.
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Por cierto, un último apunte para los que no sigan a menudo esto del ciclismo y piensen que Valverde se va con la temporada en blanco. En 2017, el ciclista de Movistar ha ganado la Vuelta a Andalucía, la Vuelta a Murcia, la Volta a Catalunya, la Vuelta al País Vasco, la Flecha Valona y lo más importante, su cuarta Lieja-Bastogne-Lieja. Esta última carrera, la más dura del mundo junto a la París-Roubaix, es el equivalente a cualquier etapa reina de Giro, Tour o Vuelta, con el agravante de que se corre a tope al tratarse de una prueba de un solo día. Por deseo expreso del corredor, los premios de esta carrera fueron destinados íntegramente a la viuda de Michele Scarponi, el ciclista de Astana fallecido días antes en una accidente de tráfico.
