Por Techo Díaz.- Definitivamente, Armstrong no es tan malo. A pesar de que dos particulares acaban de denunciarle en California por engañarles con sus libros de memorias, el texano no es un monstruo. Si acaso un poco mentirosín, pero todo un detallista.
El ciclista acaba de declinar la amable invitación de un programa de TV para participar en la versión norteamericana de “mira quien baila”, todo un gesto por su parte. Ciertamente un alivio para los telespectadores. Me puedo imaginar a Lance Armstrong en un programa de máxima audiencia, impasible, enfrentándose a un polígrafo mientras Jorge Javier le interroga vestido de leopardo. Pero no lo veo bailando.
Una de las cosas que más sorprenden de las memorias de David Millar, Pedaleando en la oscuridad, es descubrir que Lance Armstrong es humano y qué también salía de marcha. Cuenta el campeón inglés que en una ocasión el astro americano les acompañó a él y a Stuart O’Grady a tomar unas cervezas después de una competición pero, aunque sí aclara que Armstrong ni acabó tan mal ni siguió ni de lejos el ritmo bebedor de Millar y O’Grady, no hace ninguna referencia a las dotes bailarinas del texano.
Y, por lo que parece ser, nos vamos a quedar sin verlas. Desde luego, hay que reconocerlo, los organizadores del Mira quién baila estadounidense son unos cachondos. Imagínate que estás tan tranquilo en el enorme sofá de tu casa siendo un gran héroe americano y corriendo triathlones cuando un buen día te quitan siete tours, te destrozan la decoración del salón, te acusan de ser un mentiroso y hasta los dibujos animados te repudian. Seguro que lo que más te apetece es ponerte a bailar en horario de prime time.
Y eso que no sería el primer ciclista danzarín. Michael Rasmussen, que también fue acusado de dopaje cuando iba líder del Tour y nunca volvió a encontrar equipo, participó en la versión danesa de Mira quién baila. Con desparpajo, alegría y ritmo de galleta danesa, de ciclista a presentador en apenas cuatro pasos. Armstrong no ha querido seguir su ejemplo. Y se agradece.
