Bailando con Rasmussen

Mientras tanto, siguen pasando los días y seguimos sin tener noticias concluyentes sobre el caso Contador. El tiempo diluye todo, hasta la atención mediática, y aunque la AMA ya se ha desvinculado de las pseudoinformaciones publicadas por L’Equipe y el New York Times, nadie es capaz de asegurar a estas alturas que el triple campeón del Tour salda indemne por consumir un filete con 0,000000000005 gramos por miligramo de clembuterol.

Y es ahí, en el filo del abismo, en la delgada línea que separa a los espíritus nobles de los miedosos esperpentos, donde el chico de Pinto está pudiendo comprobar que no todo son decepciones en el pelotón ciclista. Entendámonos, para los blogueros y periodistas es fácil posicionarse, nos jugamos algo de credibilidad y gustar más o menos a los lectores, pero no nos va el sueldo, ni la reputación, ni los diez años echando horas encima de una bicicleta para poder llegar a profesional.

 

 

Así que se entiende -y se respeta- que muchos ciclistas o directores no hayan querido posicionarse sobre este caso. Un apoyo claro a Contador les puede suponer el desprestigio como deportistas, o peor aún, ser tachado de tramposo y no encontrar patrocinadores ni equipo para correr el año que viene.

Pero por esa misma razón, tienen aún más mérito los apoyos que está recibiendo Alberto Contador del pelotón internacional. Mario Cipollini, Johan Bruyneel, Unzúe, Matxin, Bjarne Rijs, un muy tibio apoyo de Eddy Merckx y hasta un impersonal mensaje del heptacampeón Lance Armstrong se cuentan entre las figuras que no han dudado en defender la causa del ciclista pinteño en lugar de lavarse las manos a la kazaja.

Y entre todos estos hay dos que resultan especialmente relevantes: el de Andy Schleck y el de Michael Rasmussen. El primero porque podría ser, de confirmarse el positivo, el virtual ganador del Tour de Francia de 2010, y el segundo porque, aunque nunca ganará nada, hubiera sido el ganador del Tour de 2007 que se embolsó Contador de no ser por la asfixiante caza de brujas que terminó con la expulsión de su equipo cuatro días antes de vestir el amarillo en París.

No se corta el campeón danés a la hora de denunciar las injusticias del ciclismo: “Si puedes ser suspendido y desposeído de un maillot amarillo por comida contaminada, algo va mal. La justicia del dopaje no deja espacio a la lógica y la humanidad”, dice a la par que añade que es preferible que dos culpables eludan una sanción a que un inocente pague por un delito inexistente.

No se sabrá nunca si Rasmussen se dopó o no en 2007. Lo que hizo fue eludir dos controles antidopaje durante la preparación del Tour dando direcciones falsas, algo de lo que nunca podrá acusarse a Contador, sometido durante los 365 días del año a controles sanguíneos. Pero lo que sí se sabe es que el ciclista danés nunca dio positivo, ahora no encuentra equipo y ha acabado participando en la edición nórdica del Mira Quién Baila. Al menos allí parece que no le obligan a pasar controles. Pero qué quieren que les diga, aún admirando su sentido del humor y su entereza me parece un triste destino para alguien que estuvo a sólo cuatro días de tocar el cielo en los Campos Elíseos.

Por Techo Díaz

 

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