La decisión de llevar una Gran Vuelta lejos de su territorio natal siempre es algo que genera controversia. No obstante, es una práctica cada vez más habitual y es algo que se ha tornado casi necesario para la expansión de marca y, por lo tanto, para conseguir unos ingresos extra que nunca vienen mal, especialmente después del periodo de pandemia que tanto daño ha hecho. El Giro arrancó desde Hungría, el Tour lo hizo desde Dinamarca y La Vuelta ha comenzado desde los Países Bajos.
En el caso particular de ‘nuestra’ carrera, la de casa, la organización de La Vuelta se ha llevado un buen número de palos especialmente en las redes sociales por llevarse las tres primeras etapas a territorio extranjero, pero después de lo vivido en estos tres primeros días al menos a nivel social la decisión parece que está más que justificada.
Ya desde hace meses se venía palpando en los Países Bajos un ambiente especial. Se instauró incluso en algunas ciudades un reloj que servía para recordar a los ciudadanos la cuenta atrás para el inicio de La Vuelta, y eso en una nación en la que la bicicleta es una forma de vida y casi una religión suponía recordar a cada segundo que uno de los eventos más importantes cada vez estaba más cerca de llegar.
Las ansias de acoger esta carrera entre la población eran palpables y además habían crecido porque en 2020, antes de la pandemia, La Vuelta iba a arrancar desde allí. Las circunstancias sanitarias lo impidieron y la espera para los holandeses ha sido larga, pero han demostrado con creces que han sabido ser pacientes y estar a la altura.
Lo vivido en las carreteras holandesas durante estas tres primeras etapas ha sido sensacional. En la contrarreloj por equipos, las calles de Utrecht estuvieron completamente abarrotadas de público durante los 23 kilómetros del trazado en ambas cunetas. La organización estimó en 260.000 personas las que disfrutaron en directo del espectáculo. Y de igual manera los aficionados respondieron con creces tanto en la segunda jornada (la organización apunta a 200.000 personas) y la tercera etapa, esta ya con final e inicio en Breda.
Un ambiente así justifica este tipo de decisiones porque, al fin y al cabo, este deporte más que ningún otro es de sus aficionados y son los que lo convierten en algo todavía más espectacular. Quizás, en otros lugares en el territorio nacional habría costado mucho más ver ambientes como los vividos durante estos días en los Países Bajos.
