Triqui es un monstruo

“Triqui es un monstruo”. Así, o con otras palabras, titulaban ayer los periódicos del mundo del pedal en referencia al escándalo desatado por el dopaje del corredor jienense Manuel Beltrán, más conocido como Triqui. Y me parece perfecto.

De apariencia benévola, como su tocayo de las galletas, el Triqui nos engañó a todos durante años con su aspecto simpaticón y extrovertido, con sus constantes sacrificios sobre la bici como gregario de lujo de figuras de la talla de Lance Armstrong o Abraham Olano.

Parece ser que le llamaban Triqui porque en el pelotón era conocida su afición a hincharse a galletas antes y después de las carreras, por su alto contenido en hidratos de carbono. Hasta que un día se le acabaron las galletas. O decidió probarlas de otro tipo.

Resulta triste que un corredor joven arruine su carrera por ingerir sustancias dopantes, pero en el caso de un veterano que está a punto de retirarse resulta todo un drama además de una estupidez. A lo mejor pensaba ganar el Tour con 37 años.

La buena noticia se conoció ayer. Los tribunales han condenado al ciclista a pagar una multa por ensuciar la imagen de Liquigas, su equipo ciclista. Si queremos que este deporte sobreviva, es necesario cuidar no sólo la imagen de sus estrellas, sino también la de las marcas que apuestan por ellos. Si Beltrán, Basso, Vinokourov, Landis y el equipo Festina al completo producen más daños que beneficios a la imagen de sus empresas es lógico que los patrocinadores pongan pies en polvorosa.

Hay quien alega que no se persigue al balonmano, al tiro con arco y al billar de mesa con tanta saña como al ciclismo, que es imposible subir cinco puertos en verano con el Tío del Mazo repartiendo de lo lindo en las curvas de L’Alpe D´Huez y que si no te dopas no ganas. Paparruchas. Si te dopas no ganas, y se acaba el ciclismo para siempre.

Por Techo Díaz

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