Limoncello para el talaverano

 

 

Cuenta mi amigo Oscar que, estando de vacaciones con unos colegas en Bolonia el año pasado, tras degustar unas pizzas del tamaño de la rueda de un tractor, se disponían ya a marcharse del restaurante, extrañados de que el chef no les convidase a un chupito de grappa o limoncello como es costumbre en España tras una copiosa cena.

Al percatarse de su acento y modales españoles no pudo menos el buen señor que preguntar de qué región de España eran los comensales. No pudo evitar el dueño –relata con entusiasmo Oscar- un gesto de desprecio al saber que uno de los españoles era de Burgos, ni de indiferencia al constatar que los otros dos eran de Mallorca. Pero, ¡oh, cielos!, cómo le cambió la cara al saber que uno de ellos era de Toledo. Alzó los brazos al cielo, mandó llamar a todos los camareros y les hizo saludar a los comensales mientras gritaba desencajado “Toledo, molto bello, Toledo ,molto bello!!!”.

Hizo entonces el dueño de restaurante parar a un camionero que en aquel instante repartía bebidas alcohólicas y le compró al momento la botella más grande que tenía, una garrafa de 8 litros de limoncello, compartiéndola al momento con sus nuevos y encantados amigos españoles.

Eran otros tiempos. Me gustaría saber qué pasaría ahora si mi amigo Oscar decidiese veranear en Italia el próximo mes de julio. Con la que está cayendo en el Giro. Porque si, tras la magistral exhibición de Basso el domingo pasado en el Zoncolan, resulta que al final el Giro lo acaba ganando un talaverano en Italia le van a dar de todo menos limoncello.

Lo del pasado domingo fue alucinante. Dijeron en Veo TV que el ritmo que había marcado Scarponi en las primeras rampas –muros- del Zoncolan había fracturado el grupo, pero se equivocaron. No atacó nadie, atacó el Zoncolan.
Hacía años que no veíamos una etapa tan espectacular. El durísimo puerto fue marcando la sentencia y el Tío del Mazo fue haciendo el resto. Los corredores fueron entrando de uno en uno, incapaces de correr ni tan siquiera de dos en dos, por más que Evans y Basso lo intentasen durante un tiempo. Al final, cada cual fue marcando su marcheta y tratando de perder el menor tiempo posible, que se cebó sobre todo con los más jóvenes, como Nibali, que a pesar de estar firmando un Giro excelente se va a tener que quedar sin vestir su primer rosa al término de la competición.

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Porque el Giro es de Basso salvo que lo impida alguien de Talavera de la Reina. Sobresaliente para el transalpino, que ha tenido el enorme mérito de ser capaz de vover tras dos años de sanción para limpiar su nombre ganando la vuelta por etapas más épica de los últimos años, sin aburridísimos Radio Shacks marcando el paso hasta mediados del último puerto y sin un control absoluto de ninguno de los batalladores héroes de este Giro: Vinokourov, Basso, Evans, Scarponi, Nibali, Cunego y hasta Carlos Sastre, que está muy lejos de haber tirado la toalla.

Pero el ciclismo es imprevisible. Y si Pereiro ganó un tour porque se despistaron en una etapa llana con una larga escapada porque no puede David Arroyo repetir la misma gesta. Difícil lo tiene con la que se avecina, pero nos encantaría. Aunque a mi amigo Oscar, “Un señor de Toledo” como firma, le estampen el limoncello este verano por decir que vive cerca de Talavera.

Por Techo Díaz

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