Hijo del dios del trueno

 

Thor Hushovd. No se me ocurre ningún nombre mejor para un noruego. Cuenta la leyenda que el antiguo dios de nórdicos y germánicos era colega de farra del Tío del Mazo, sólo que el escandinavo utilizaba como arma un martillo de guerra arrojadizo, llamado Mjolnir, forjado por los enanos Sindri y Brokk en la noche de los tiempos.

El Mjolnir tiene la propiedad de nunca fallar en su blanco, y tras ser arrojado siempre regresa a las manos de su dueño. Además puede encogerse y ser llevado con disimulo en la ropa, y también puede ser utilizado para arrojar rayos. Vamos, que ni la bici de Cancellara ni los filetes de Irún, que cuando el noruego se pone no hay Cavendish que le tosa.

Por eso, y por ser antiguo colega del Tío del Mazo, a poca gente le ha sorprendido que el heredero del dios nórdico haya triunfado en las antípodas, coronándose campeón del mundo en Geelong, Australia, sin apenas oposición.

El propio Aguador, cronista destacado de este blog, apenas parpadeó cuando Techo Díaz se lo comunicó a gritos en un hotel de Albacete. Volvían ambos a esas tempranas horas de una boda de Albacete en la que habían engullido toneladas de queso manchego y algún que otro digestivo para pasar bien la cena y no repararon en que quizás todo el hotel no necesitaba enterarse a gritos del resultado de la prueba. Y es que en Australia llevan fatal el tema de la hora, no terminan de adaptarse al horario europeo…

El caso es que lo de Thor no es ninguna sorpresa. Maillot verde del Tour en dos ocasiones, ocho etapas en la ronda francesa, tres en la Vuelta, una en el Giro, merecía el noruego del Cervélo un broche de oro a su brillante carrera, a su tesón, a su constancia, a su sacrificio. Ha acabado los últimos nueve tours, ahí es nada, con posiciones que han oscilado entre el 99º y el 139º en la general final. Pero ha vestido de amarillo y ha ganado en París.

Como Aguador con el queso manchego, Thor Hushovd es de los que aguantan hasta el final. Aunque tenga que penar en las cuestas, pasar con el autobús de los rezagados y ver volar a los del tete de la course en los puertos, el noruego aguanta hasta el final, hasta la última recta de la última etapa. Y es allí donde lanza su Mjolnir.

 

Por Techo Díaz

 

 

 

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