La trazabilidad de los ciclistas
Vayamos un poco más allá. No se puede acabar con el dopaje sólo con palabrería, discursos vacuos, sanciones ejemplares y titulares de periódicos. Los ciclistas están hechos para el espectáculo, si no se extinguirían. Es un poco como los toros de lidia, de los que mucha gente no duda en afirmar que morirían si se acabase con el toreo.
Pues bien, queremos etapas largas y duras en el Tour para verlas desde nuestro sofá. Eso es irrenunciable. Hay también voces que apelan por hacer las etapas más cortas, reducir las carreras de tres semanas o poner menos puertos, pero aunque se ha intentado no funciona. El ciclismo se corre al mediodía y el ser humano es propenso a la siesta. Lección número uno, conozcamos nuestras limitaciones.
Y es que una etapa sin dureza no crea afición. Tragarte 60 kilómetros (no ya digo los 200) de una etapa llana para que al final se resuelva al sprint es un sinsentido. Para eso que hagan los 100 metros bici, o los 4×400, o los 110 metros vallas bicicross.
Y en esas estamos, queremos dureza, queremos espectáculo y queremos afición. Y queremos que a nuestros ciclistas no les duela el culo, porque no les permitimos usar el Hemoal. Leí hace unos días el triste caso de Xavier Florencio, el ciclista que se quedó sin equipo por echarse Hemoal sin colsultar.
Así que atajemos el problema de raíz. Es eso o la extinción. Tampoco van a notar mucho los cambios. La presunción de culpabilidad que se aplica al ciclismo –el llamado pasaporte biológico– hace posible que hoy en día puedan sacarte sangre en cualquier momento, aunque sea Nochevieja o acabes de tener un hijo.
Es el momento. No lo retrasemos más. Pongámosle un crotal a los ciclistas. A fin de cuentas, ¿no llevaba Pantani un pendiente? ¿Y qué me dicen de Ullrich?
Un crotal es un trozo de plástico usado de diversos colores, fijado de manera permanente en la oreja, atravesándola, que va rotulado con los datos de la explotación de origen de los animales. Se usa en ganadería para garantizar la trazabilidad de los alimentos, y por algunas consejerías para garantizar la infabilidad de la carne vendida en su territorio.
Los crotales nos permitirían saber de qué material están hechos los ciclistas, dónde han entrenado, lo que han comido, si son aptos para su consumo televisivo, o si por el contrario presentan carne adulterada y deben por tanto ser descuartizados e incinerados en la plaza mayor de su pueblo como en tiempos de la Santa Inquisición. ¿Qué les dolería un poco? Bueno, nunca gusta que te atraviesen la oreja para marcarte, pero podría ser peor.
Y puede que lo sea. Una vez puesta en marcha la carrera del sinsentido, ¿quién puede decir dónde estará la meta?
Por Techo Díaz