Un león para el más macho

Estaba viendo uno de estos días los resúmenes que hacen en Teledeporte sobre lo mejor del año y haciéndome la eterna pregunta (¿por qué no existe la natación sincronizada para chicos?) cuándo reparé en el regalo que se llevaban tanto ganadoras como segundas y terceras del campeonato de Europa de dúos: un peluche ñoño y blanco que con mucha educación no lanzaron a la cara de los organizadores del europeo de Budapest.

El peluche era bastante feo, una especie de cosa blanca sin ojos que, según he podido leer en Internet, era un perro de raza Puli, originario de Hungría y alrededores y habituado a vivir feliz a menos de 28 grados. Realmente admiré la entereza de rusas, españolas y ucranianas por abstraerse del esperpento y disfrutar con su más que merecida medalla. Incluso creo sinceramente que si lloraban era por la emoción de haber obtenido el metal y no por el peluche que les habían colocado.

Aunque para gustos, colores. Igual que alguien decidió que las pobres nadadoras iban a ser felices con su perro Puli de peluche, otra mente preclara tuvo a bien ofrecerles champagne a los pilotos de Fórmula 1 en los podios, cuando con 0,3 g/l dan positivo. Cualquier día empapelan a uno como vuelva a casa conduciendo. Pero peor son los 23.000 desalmados que hace unos días empezaron a arrojar ositos de peluche contra los indefensos jugadores de hockey hielo en Calgary (Canadá). Aunque lleven casco, hombreras, rejilla y palos y parezcan la hostia de hombres, 23.000 ositos son muchos ositos.

Hay algunos deportes que no son tan crueles. El ciclismo, por ejemplo. Tienes pendientes de hasta el 20%, te aprietas 200 kilómetros durante tres semanas huyendo del Tío del Mazo y si tomas algo para un catarro te techan de tramposo de por vida, pero el peluche que te dan mola. Porque me dirán que el leoncito del Tour no mola. Si hasta parece que da hombría en vez de quitarla. No es extraño que se oigan historias de todo tipo por ahí…

Se sabe que el león del tour es un peluche que otorga el banco Credit Lyonnais, que lleva 25 años patrocinando la prueba y que no se lo dan a cualquiera. Tienes que vestir de amarillo en la pruebas más dura del mundo u –otra posibilidad no mucho más fácil- ganar la París-Niza. Pero yo me imagino la casa de Alberto Contador con leones de peluche en lugar de con astados y piezas de caza y me entra no sólo una especie de ternura cómo cuando jura al borde de las lágrimas que no se ha dopado, sino también admiración.

El león es un mito de nuestra cultura. Las primeras representaciones hechas por el hombre se han encontrado en Alemania –tierra de muchos zoos– hace ya 32.000 años, al suroeste. Desde siempre, y pese a su tendencia a merendar humanos en épocas de carestía, los leones han disfrutado de una visión positiva en la cultura, como animales fuertes pero nobles. Son símbolo de realeza y dignidad, así como de coraje. Imponen, aunque sean de peluche. Por eso, el Tour ha acertado plenamente con el regalo. Tanto, dicen, que algunos no se separan de él ni para dormir.

Por Techo Díaz

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