¿Qué es eso del Tío del Mazo?

 

Como explicar con palabras a alguien que no la haya sufrido nunca en qué consiste una visita del Tío del Mazo no es tarea fácil. Alguna vez, amigos o amigas menos duchos en el argot ciclista me han preguntado por qué nuestro blog tiene un nombre tan agresivo, si montar en bici es para muchos sinónimo de felicidad, buenrollismo y una sensación de libertad que difícilmente proporciona otra medio de transporte.

Mazos y mazas ha habido muchos a lo largo de la historia, algunos tan temibles como el lucero del alba y otros tan eficaces como el que portaba Hércules en sus no siempre plácidos paseos. Entonces no había controles antidoping y los griegos eran una potencia mundial en el arte de matar gigantes, cazar leones o confundir minotauros. La maza, como lo fue más tarde en la Europa del siglo XIV y siglos venideros, era un arma terrorífica, a menudo provista de pinchos o clavos de hierro. Vamos que si te atizaban un mazazo en toda la cocorota no llegabas vivo ni al telediario de Matías Prats.

Lo primero que quiero aclarar es que el Tío del Mazo, como el metrobus, no existe. El ciclismo es un deporte duro, pero no sanguinario. Faltaría más que, con todos los kilómetros que llevan en las piernas, encima apareciese un tío en el borde de la carretera con un mazo de hierro y golpease en la cabeza al ciclista que fuese escapado. Eso no ocurre. La UCI no lo permite, y además ha prohibido también los pinchos en las ruedas al estilo Ben-Hur y empujar a los contrarios por los precipicios. Al final es bastante civilizado este deporte.

Y sin embargo, paradójicamente, y al igual que el metrobus, el Tío del Mazo sí existe. Salvando las distancias, una visita de este señor produce una sensación similar a la de recibir un mazazo en la batalla de las Navas de Tolosa: un golpe seco y repentino que te deja sin fuerzas para pedalear.

Es algo bastante habitual en el ciclismo. Corredores de primer nivel que están haciendo una carrera excelente y cuentan para el triunfo en la general de repente sufren en un momento de la etapa un desfallecimiento que acaba con todas sus opciones de triunfo. Las razones pueden ser muchas y muy variadas: mala alimentación, falta de descanso, exceso de frío o de calor o simplemente un mal cálculo de las fuerzas. Porque no olvidemos que el ciclismo es sacrificio y esfuerzo físico, pero sobre todo inteligencia. Los grandes campeones son aquellos que mejor saben medir sus fuerzas.

Y un inciso: es importante no confundir El Tío del Mazo con la también famosa y temida pájara. El Tío del Mazo es un golpe seco, duro, que te deja sin fuerzas al instante, mientras que con una pájara vas notando poco a poco que te fallan las fuerzas y perdiendo minutos a lo largo de una etapa.

El Tío de Mazo es por ejemplo cuando eres favorito para ganar el Giro de Italia y te ataca un calvo con perilla camino de Aprica y de repente no sabes por qué y te caen 3 minutos en 6 kilómetros, lo suficiente para que un joven ruso se haga el triunfo en Milán. Una pájara, sin embargo, es por ejemplo lo que le dio a Cadel Evans durante el pasado Tour de Francia en los Pirineos cuando iba líder y acabó llegando a siete minutos y medio de Contador y Schleck.

Y sí, el Tío del Mazo es muy duro. Un tío agrio y sin piedad, más seco que el culo de un topo. Pero qué les vamos a decir, es la sal del ciclismo. Por lo menos para los que, tarde tras tarde, con el mando a distancia en la mano y desparramados en el sofá, nos tragamos una a una las etapas del Tour con los comentarios de Carlos de Andrés y Perico Delgado (reconocido fan y quién sabe si inventor del término), esperando verle aparecer tras las esquinas para golpear a los ciclistas, especialmente si no son de los nuestros.

Y por si quedase alguna duda, dejamos una humilde y casera representación de en qué consiste el asunto…

Por Techo Díaz

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