Por Techo Díaz.- El próximo 24 de octubre se presentará la próxima edición del Tour de Francia y en webs, blogs y mentideros se comenta que la edición de 2013 podría favorecer a escaladores como Alberto Contador, Andy Schleck o Chris Froome. Probablemente el hecho de que la pasada edición fuese un soberano tostón ha podido influir en los franceses organizadores de esta ronda, cuyo recorrido en los últimos años ha estado muy lejos de las sorprendentes y acertadas apuestas de los organizadores de Tour y Vuelta.
Quizá por ello el mejor equipo del mundo, el británico Sky, ha insinuado que el campeonísimo Bradley Wiggins podría no correr el Tour de Francia el próximo año y centrarse en carreras como el Giro y la Vuelta, que aún no adornan su palmarés. Sorprende la decisión del número dos del mundo, tanto por extraña como por inédita.
Miguel Indurain jamás faltó a su cita con el Tour. Lo ganó cinco veces seguidas y a la sexta se retiró. Por su cabeza jamás cruzó la idea de renunciar a la ronda francesa para correr la Vuelta a su país. Lance Armstrong lo ganó siete veces seguidas y aún incluso lo intentó hacer después de retirado, como el Cid cuando, según cuenta la leyenda, le subieron a un caballo para ganar una batalla.
Y, tal como sucediese en la Edad Media con el caballero de Vivar, era tal el temor que suscitaba el texano que a punto estuvo de ganar un octavo Tour. Si no fuese por la rebelión de un noble que combatía en sus propios ejércitos, un tal Alberto Contador, Lance Armstrong podría haber ganado el Tour de 2009.
Durante todo este tiempo, al ahora denostado triatleta sólo corría por y para el Tour de Francia. Ullrich, Pantani, Evans, Sastre, Rijs o Schleck a veces corrían otras vueltas, pero siempre sin renunciar al principal objetivo de la temporada de cualquier gran ciclista que se precie: ganar el Tour de Francia.
Por eso sorprende la anunciada incertidumbre que ha generado el contrarrelojista británico. Si bien su razonamiento es impecable –si sus características se adecúan mejor a otras rondas, por qué no correrlas- algo huele a chamusquina en el planteamiento de Wiggo. El Tour es el Tour, y eso lo sabe y lo siente cualquier ciclista de élite, por mod y moderno que sea.
Por otra parte, la renuncia del actual campeón de la prueba sentaría un precedente peligroso en la hasta hoy mejor prueba del mundo. Salvo lesión, ningún tenista renuncia a defender título en Wimbledon, como no lo hace ningún golfista en Augusta o combinado de fútbol en la Eurocopa. Que al Tour le dé calabazas su campeón sería por lo menos histórico.
Claro que nunca, hasta hoy, lo había ganado un inglés. Así que sí, podría ser. Podría ser que un tío tan chulo como Wiggo, con un par, desafiase al Tour y le diese plantón para irse a correr las otras dos grandes y entrar en el selecto grupo de corredores que han ganado las tres grandes rondas por etapas del ciclismo, club al que no pertenecen ni Armstrong ni Indurain.
Podría ser. O no. Lo veremos el día 24, cuando se presente por fin el recorrido final del Tour de Francia. Porque también podría ser, y esto es fruto sólo de la malévola imaginación de quién suscribe, que el inglés y su entorno, hubiesen lanzado un órdago a la organización del Tour de Francia un mes antes de que se conozca su recorrido. Una jugada maestra de lobby tan legítima como oportuna.
Y la pelota en el tejado de La France: recoger el guante y añadir más kilómetros contra el crono o ver cómo todo un campeón del Tour, estrella mediática y ciclista del momento, deja plantado a su prueba con un par de narices. Y encima se va con otras, la italiana y la española, para darles el prestigio que les roba a la carrera más importante del mundo.
Veremos en qué acaba todo esto, porque la verdad, todo sea dicho, los piques entre ingleses y franceses molan mazo.
