Por Techo Díaz.- La pena es que no te los puedes comer. Sería un puntazo ir pedaleando en tu bici y, si hace calor comerte las mangas de tu propio chubasquero. Si llueve no, porque una patata mojada no es lo mismo, pierde toda su gracia. Ahí ya da igual el sabor que tenga, si ruffles al jamón, si receta campesina, u onduladas York’eso. Si se moja ya no es una patata apetecible. Menos mal que entonces la puedes plantar.
Todo esto, que parece absolutamente disparatado, es rigurosamente cierto. Una empresa española ha creado unos chubasqueros hechos de patata que al final de su vida útil pueden plantarse. Cada unidad incorpora una bolsa con semillas y el chubasquero en sí, al ser de patata, puede enterrarse junto a la semilla y hace de abono.
Los artilugios antilluvia pesan 140 gramos y pueden usarse varias ocasiones. Especialmente pensados para ciclistas urbanos o eventuales, se venden ya en algunas tiendas de Madrid y en diversos puntos de Europa y suponen una innovación mundial hasta la fecha.
La idea, además de graciosa, resulta bastante entrañable. Tú sales a pedalear y, si en un momento dado te sorprende la lluvia, rebuscas en tu mochila o donde quiera que hayas decidido guardar una cosa que pesa 140 gramos y te la pones. Lo bonito es que al final de su vida útil puedes plantarlo y hacer un favor no sólo al medioambiente, sino a la ingente comunidad -siempre agradecida- de comedores de patatas.
Los ponchos están hechos en España con bioplástico europeo, y su precio final oscila entre los 12 y 15 euros. Desde Equiliqua, que así se llama el grupo de emprendedores que ha dado luz a esta idea, nos comentan también que están preparando también unos sillines biodegradables para la bici, que podrían ver la luz en el plazo de un mes. Ideas desde luego no les faltan, y germinen o no las patatas, lo cierto es que uno siempre se siente mejor cuando, después de un rato de intenso pedaleo bajo la lluvia, sabes que de todo ello puede nacer una patata.