Por Techo Díaz.- Los aficionados al ciclismo celebran la entrada de un año nuevo comiendo doce uvas, una por cada campanada. En esto no se diferencian en nada del resto de los españoles (los italianos comen lentejas y los griegos Vassilopitta), pero si el mundo fuese justo lo harían en honor del gran ciclista Ottavio Bottechia, que murió misteriosamente entre viñedos un 15 de junio de 1927.

Ottavio Botecchia no sólo fue el primer italiano en ganar el Tour de Francia, fue también uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos. Fue segundo en la edición de 1923, lo ganó en los años 24 y 25 y se retiró llorando en 1926 camino de Luchon, en medio de una apocalíptica lluvia que le destrozó por dentro y por fuera, en el mismo escenario pirenaico donde el año anterior había firmado una mítica victoria frente a Lucien Buysse, Nicolas Frantz o Philippe Thys.

Era una auténtica máquina. En el Tour del 25, que se pasó entero vestido de amarillo, empezó a escuchar críticas que le acusaban de conservador. Quedaba sólo una etapa y tenía a sus rivales a más de 50 minutos. Cabreado, atacó en la última etapa y entró sólo en París, en el velódromo del Parque de los Príncipes, donde 20.000 franceses y atónitos espectadores se rindieron a sus pies. Era el amo del pelotón

Su historia, sin embargo, tuvo un triste final. Con sólo 33 años, Ottavio sufrió una fuerte insolación mientras entrenaba. Cayó a la carretera y, a resultas del golpe, falleció. Eso fue al menos lo que dijeron los médicos.

Pero la historia no se mantenía en pie por ningún lado. Su cuerpo fue hallado a diez metros de la bicicleta, algo excesivo para una caída en un terreno llano que bordeaba unos viñedos, y además estaba al otro lado de la cuneta, apoyada y sin un rasguño. La verdad se supo veinte años después, cuando en su lecho de muerte, el campesino propietario de la viña donde Bottecchia había sido encontrado hizo llamar a un sacerdote para confesarse.

Según relata Henri Quiqueré en “Relatos legendarios del ciclismo”, el campesino le contó al sacerdote su terrible secreto, haber matado de un violento bastonazo a un ciclista al que había sorprendido en su viña comiéndose unas uvas. Lo raro es que en el mes de junio resulta improbable que las uvas estén maduras y Bottechia sufría más que un traumatismo de cráneo, ya que presentaba una fractura de las vértebras cervicales, una fractura de clavícula y numerosos hematomas.

Una vez que el campesino falleció, el expediente fue reabierto. El sacerdote había esperado su muerte para librarse del secreto de confesión. En aquel momento la policía descubrió que el culpable conocía muy bien al culpable y que había cometido su crimen por celos o por venganza.

Pero entonces, si la versión del campesino resulta improbable… ¿quién mató a Ottavio Bottechia? Mucho se ha especulado al respecto. Para rizar el rizo, un emigrante italiano aseguró en Nueva York haber asesinado a Ottavio y a su hermano Umberto por encargo de un dirigente fascista. El campeón italiano se declaraba abiertamente comunista y un “obrero del ciclismo”, algo que probablemente no despertase demasiadas simpatías en la Italia de Benito Mussolini.

Mito, realidad o leyenda, lo único cierto es que Ottavio Bottechia murió entre las uvas, un mes de junio de 1927. Una muerte de película para un personaje absolutamente de cine.

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