Por Techo Díaz.- Hay que tenerlos bien puestos. Pueden bastar dos, pero tienen que estar bien puestos. Porque bajar en bici por la carretera más peligrosa del mundo requiere no sólo técnica y pericia, sino una buena dosis de valentía.
El Camino a los Yungas, también conocido con el reconfortante apelativo de Camino de la Muerte, une la región del mismo nombre (no Muerte sino Yungas) con la capital de Bolivia, Ciudad de la Paz, a lo largo de 80 kilómetros de desniveles y precipicios. Conecta la selva amazónica con el norte del país.
Anualmente la palman allí una media de 96 personas y resultan heridos unos 209. No es cosa de broma. De hecho el título de «carretera más peligrosa del mundo» tiene carácter oficial, y fue concedido por el Banco Interamericano de Desarrollo en 1995.
Durante la bajada se pueden alcanzar velocidades de hasta 75 kilómetros/hora, o supongo que más si realmente quieres morir, pero si lo que quieres es sólo un subidón de adrenalina y luego llegar a contarlo conviene revisar bien los frenos de la bici. Las curvas de herradura son, nunca mejor dicho, de agárrate y no te caigas. Y para hacer más amable la travesía, están los que nunca faltan a la cita: la lluvia, la niebla, el barro y las piedras sueltas que caen desde la montaña.
Con todo, la ruta se ha convertido en un destino turístico para los entusiastas de la mountain bike. Además de la enajenación mental que sufrimos los miles de aficionados a este deporte, la razón de su éxito se halla también en la orografía de esta peculiar ruta. Se sale de La Paz, a 3.600 metros sobre el nivel del mar, y se asciende hasta «La Cumbre», situada a 4.650. A partir de ahí es todo bajada. 64 kilómetros de bajada. 3.600 metros de desnivel para acabar nada más y nada menos que en la mismísima selva del amazonas.
Y si ya has sobrevivido a esa carretera, la selva no debe de ser para tanto…