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El Ángel de las Montañas, el ciclista amigo de lluvia, nieve y granizo: Charly Gaul

Por un Señor de Toledo.- En algunas ocasiones he escuchado hablar de El Ángel de las Montañas, y tengo que reconocer que siempre me ha parecido el apodo más bonito que se le podía poner a un ciclista. Yo nunca lo he visto correr, por esa insalvable cuestión de la edad, pero a pesar de ello, he tenido una especial admiración por este ciclista luxemburgués que se coronó como uno de los grandes de su época. Un tiempo, aquel, en el que correr en bicicleta y ganar como lo hacía él era una cuestión propia de semidioses, que se conjuraban para ser indolentes a todas las adversidades y poder forjar así su propia leyenda muy cerca del cielo, muy alto, en las cimas donde sólo los más fuertes pueden retarse.

Charly Gaul, el Ángel de las Montañas, el corredor que era amigo de la lluvia, el que con la carretera bordeada de nieve era mucho más ciclista; uno de los pocos que son recordados por hacerse más fuerte cuanto peores eran las condiciones climatológicas. El luxemburgués fue ciclista profesional entre los años 1953 y 1965, durante los cuales consiguió un total de 52 victorias.

Charly Gaul en el Tour del 58
Charly Gaul en el Tour del 58, con la carretera como más le gustaba

De ellas, la más recordada es el Tour de Francia de 1958, venciendo en tres etapas contrarreloj, unas de las cuales fue la cronoescalada del Mont Ventoux, en la que tuvo que vérselas con el español Federico Martín Bahamontes. En la etapa siguiente, Gaul perdería más de diez minutos por dificultades técnicas y mecánicas. Sin embargo, en la última etapa de los Alpes, lanzaría toda su furia en un ataque definitivo en el que sacó más de quince minutos al líder, sentenciando así el Tour de Francia.

Era un 16 de julio, y antes de afrontar la última etapa alpina, Gaul estaba a 16 minutos y tres segundos del líder, Raphael Geminiani. El clima cálido y algún error propio cometido durante la primera semana de carrera dejaban al luxemburgués muy lejos y casi descartado para luchar por general de aquel Tour. Todo ello, a pesar de haber superado al maestro de la crono, Jaques Anquetil en la primera contrarreloj larga y al Águila de Toledo (Bahamontes), capaz de volar más alto que nadie en las cumbres, en la cronoescalada al Mont Ventoux.

Imagen de Gaul junto a Bahomontes, grandes rivales de la época
Imagen del 59 de Gaul junto a Bahomontes, grandes rivales de la época

Pues bien, ese día, Gaul dejó escrito con letras oro su nombre en la carrera más importante del mundo. Los dioses de las cumbres se confabularon para recibir a los corredores con frío, lluvia y niebla. Un gran ‘aderezo’ para los cuatro colosos alpinos que había que superar. Eran 219 kilómetros entre Briançon y Aix les Bains. En ese día indómito, gris y desafiante, Gaul encontró en esas condiciones a su mejor aliado y rubricó una de las grandes gestas del ciclismo. Ese 16 de julio de 1958, el mundo se rindió ante el Ángel de las Montañas, el ángel que era amigo de la lluvia y que se entendía como nadie con las condiciones climáticas más adversas.

También hay que recordar que Charly Gaul cuenta en su palmarés con dos Giros de Italia. El del 1956, donde realizó soberbias etapas en los Dolomitas, y el de 1959, donde tuvo que enfrentarse a otro ilustre de los pedales, el francés Jacques Anquetil. Y es que fue precisamente en la carrera transalpina donde el luxemburgués se había ganado su apodo, en los Dolomitas italianos, en la cima del Monte Bondone.

Imagen de la mítica subida de Gaul al Monte Bondone en el Giro de 1956
Imagen de la mítica subida de Gaul al Monte Bondone en el Giro de 1956

Relatan las crónicas que en ese Giro del año 1956, en los Dolomitas, el termómetro comenzó a descender hasta marcar los 10 grados bajo cero. “El cielo se volvió negro y la lluvia, al principio un suave refresco para los ciclistas, se convirtió en granizo, un martirio sobre las espaldas de los corredores”. Muchos, incluido el gran Bahamontes, no tardaron en retirarse. El líder del Giro hasta ese día, el italiano Fornara, resistió pocos kilómetros más. Por delante, sólo, con la mirada al frente, sentado sobre su bicicleta y sin cejar en su pedaleo estaba Charly Gaul. Tan grande fue el esfuerzo y tan inclementes eran las condiciones que cayó inconsciente al cruzar una meta que sólo alcanzaron 43 ciclistas. Al día siguiente no recordaba nada, pero había ganado el primero de sus dos Giros. El primer no italiano que llegaba vestido de rosa a Milán; ese fue el Angel de las Montañas, ese hombre era Charly Gaul.

Vídeo: Etapas del Stelvio y el Bondone en el Giro de 1956. Puede que los dias más duros sobre una bicicleta en el ciclismo profesional. Épico.

https://www.youtube.com/watch?v=8HMyWVitKE8

Después de ese día, había nacido una leyenda del ciclismo, la del hombre que era capaz de desafiar como nadie al propio clima. En los años posteriores a este Giro del 56, llegaron sus victorias más importantes, repitiendo en la ronda italiana en el 59 y ganando el Tour del 58.

Dicen de Gaul que consagró su vida a la bicicleta y raro era el año en que no se dejaba ver entre el pelotón con el comienzo de un nuevo Tour. El ex director de la carrera francesa, Jean Marie Leblanc, recordaba una visita a su casa aprovechando la salida en Luxemburgo de la edición de 2002: “Allí todo estaba dedicado a su deporte. Los libros, los trofeos, las medallas. Entrar en su casa era como hacerlo en una capilla”. Una vida dedicada a la bicicleta del hombre que hizo de la lluvia, el frío, el granizo, la niebla y la nieve; sus mejores aliados.

En sus últimos años, fue también gran amigo de otro mítico corredor, Marco Pantani. Tras su retirada se ocupó de la gestión de una cervecería con muy poco éxito y resultados lamentables, según cuentan los textos. Después cayó en el abismo del alcohol y por fortuna, tuvo fuerza de levantarse y consiguió trabajar en el museo del deporte de Luxemburgo. Finalmente, Charly Gaul falleció el 6 de diciembre de 2005, cuando tenía 72 años en un hospital de Luxemburgo a causa de una embolia pulmonar.

 

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