Por Techo Díaz.- No es lo mismo “locuras en bici” que “los curas en bici” y, por extraño que parezca hoy vamos a hablar de lo segundo. La verdad es que si yo fuera Dios le daría muchísima importancia al Tour de Curas, y el ganador del mismo tendría no sólo un trato de favor, sino a buen seguro un conflicto de intereses con San Pedro a la hora de acaparar los principales cargos en el organigrama celestial.
Lo cierto es que la Biblia tiene una deuda histórica con la bicicleta, a la que no nombra ni una sola vez. La tardía invención del aparato no excusa que, en una renovada edición del antiguo testamento se le confiriese un protagonismo mayor: un Noé sacando del arca una pareja de mountain-bikes, un templo de Salomón con velódromo o un Moisés con culotte ajustado corriendo la Titan Dessert por el Sinaí le darían un toque más entrañable.
El nuevo (no entro a criticar la estrategia de naming, pero con más de 2.000 años igual deberían plantearse lo de “nuevo”) podría dar aún más juego. Lo de convertir el agua en vino estuvo cojonudo, pero un capítulo en el que Jesús convierta los coches en bicis sería lo más para ciclistas urbanos y defensores del medio ambiente.
Pero a lo que íbamos: los curas en bici. Porque nos estamos desviando del tema y puede parecer que la historia que vamos a contar no es seria, cuando nada se aleja más de la realidad. No es ninguna sorpresa que los curas, cardenales, monseñores y demás cargos de la Iglesia van en bici, pero no todo el mundo sabe que tienen su propia competición, en la que se alternan las modalidades de contrarreloj y prueba en línea.
Así es por lo menos en Francia, donde el próximo 30 de abril dará comienzo el Campeonato Ciclista de Francia para el Clero, organizado por la asociación ‘Le Clergé Sportif’ (El Clero Deportivo). En la competición también participan mujeres, pues aunque se trate de la Iglesia católica, las monjas también forman parte del clero.
En concreto, 42 diáconos y 4 religiosas participan en esta edición del Tour de los Curas, que consta de una contrarreloj de 15 kilómetros entre Terdeghem y Steenvoorde, en el norte de Francia, y una prueba en línea de 63 kilómetros sobre un circuito de nueve al que se darán siete vueltas.
Y no se crean que no levanta expectación. El favorito número 1, Bertrand Lener, cuenta con el apoyo incondicional de su parroquia y, según leemos, con una especial motivación, ya que la meta está situada delante de su iglesia Saint-Pierre-Saint-Paul-des-Monts.
Bizarra, estrambótica o simplemente llamativa, lo cierto es que la idea tiene su gracia. Si alguno de ustedes tiene previsto estar el próximo 1 de mayo en una terracita de Steenvoorde tomando un café au lait, que no se extrañe si de repente ve pasar por delante a más de 40 curas en bicicleta. Avisado queda.
Y suerte a los participantes. Que gane el mejor.