Por Techo Díaz.- Cuando se anunció que Madrid iba a tener por fin su servicio de alquiler público de bicicletas muchos pensamos que iba a ser la polla. Con mayor o menor variedad de recursos lingüísticos o riqueza idiomática ésa fue más o menos la idea que se gestó en las cabezas de los centenares de miles de aficionados al ciclismo que vivimos en la capital más atrasada de Europa.

Tener un sistema de alquiler de bicis y además eléctrico, aún con todos sus fallos, era y es una gran noticia para el ciclismo urbano. Para el medio ambiente, para la sanidad pública, para las piernas de los madrileños y madrileñas, para el turismo semiactivo, y para que las tiendas de chinos multipliquen sus ventas de botellines de agua Bezoya. En otras palabras, menos brillantes pero mucho más expresivas, Bicimad es la polla.

Sólo que no ha sido así. Los primeros días han estado plagados de fallos y las miles de personas que ya hemos pagado por tener un abono (es decir, sólo por el derecho a poder usar una bici) no hemos podido ni recogerlo. El sistema de ha colapsado, las máquinas no funcionan y en las redes sólo se oyen justificadas quejas y un sentimiento generalizado: decepción.

bicimad botella
La bici en Madrid decepciona. Foto de elmundo.es

Por suerte, no todo el mundo renuncia al sentimiento inicial. El planteamiento es muy parecido al de la serie de novelas gráficas de Uderzo y Goscinny que ha pasado a la historia con el nombre de sus principales personajes, Astérix y Obélix. A principios del siglo XXI, todos los ciclistas urbanos de Madrid están sometidos a la decepción que les ha producido Bicimad y renunciado a sus ideales. Ya no piensan que su servicio va a ser la polla.

¿Todos? No. Un grupo de hackers informáticos no han renunciado a este noble sentimiento y pelean desde sus tablets para que la ilusión no decaiga. Bicimad volverá a ser la polla, dicen desde el anonimato.

Literatura aparte (el paralelismo con Astérix pertenece exclusivamente a la ficción) es exactamente lo que ha empezado a ocurrir en las pantallas del servicio de BiciMad desde el pasado sábado. En los monitores puede verse el tronco y los muslos de un hombre desnudo en una secuencia que se ha repetido sin parar en todas las estaciones, con independencia de si hay niños, parques o palomas rondando por los alrededores.

La polla en bucle que ahora decora los terminales del servicio no es sino la gota que colma el vaso ante el cúmulo de despropósitos que ha caracterizado la gestión del servicio de alquiler público de bicis en Madrid. En realidad, que se caigan los terminales, o que se te cuelen hackers no es tan grave. Lo grave es no haberlo previsto.

En Madrid viven 3,2 millones de habitantes. Quitando políticos y ancianos, e incluso admitiendo que hay mucha gente que la bici ni le va ni le viene, sigue saliendo una cantidad de gente considerable. El Ayuntamiento pone a disposición de los ciudadanos 1.560 bicis. Hagan los cálculos. Es de risa.

Pollas aparte, el servicio ha muerto de éxito antes de morir. Esa es la única lectura posible. La gente quiere bicis. Y no una por cada 2.092 habitantes, sino bicis para poder andar en bici. Como en Barcelona. Como en Sevilla. Como en cualquier ciudad europea que se precie.

Si ser político consiste en escuchar el mensaje del pueblo, creo que esta vez ha quedado bastante claro. La gente quiere bicis.

 

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