Se llama Dog Biking y es una tendencia al alza en muchos lugares del mundo. También en España es cada vez más frecuente ver a aficionados al ciclismo paseando su perro a la vez que montan en bicicleta. Es normal, para quienes tienen mascota y a la vez disfrutan pedaleando supone cuanto menos un ahorro de tiempo. Además, puede ser una actividad muy divertida si se logra la sincronización adecuada. Eso sí, antes hay que trabajarlo un poco.
Los perros, aunque inteligentes, no nacen sabiendo lo que es una bicicleta, ni mucho menos sabiendo a qué velocidad se mueve, por lo tanto lo primero que debemos hacer es lograr que se familiarice con ella. Y por muy extraño que nos parezca a los humanos, eso lo hacen mediante el olfato. Un perro tiene entre 200 y 300 millones de células especializadas en captar olores, así que lo primero que debemos hacer es dejar que huela la bici.
Una vez se ha hecho a ella, empezaremos con paseos de corta distancia. Un kilómetro puede estar bien para el primer día, aunque depende del tipo de perro y su entrenamiento previo. Lo que sí debemos tener en cuenta es que el ciclista se cansa menos que el animal y que deberemos frenar si notamos que nuestra mascota jadea más de lo normal o está exhausta.
Esto no tiene nada que ver con el canicross o con correr con el perro, donde el animal por lo general tiene más potencia que el humano. Aquí nos estamos ayudando de una máquina, la bicicleta, que está precisamente inventada para, a través de los pedales, dar más rapidez a los esfuerzos del ser humano.
Así que el ciclista deberá adecuarse al ritmo del perro, que con un poco de entrenamiento podrá a buen seguro correr a su ritmo sin entorpecerle ni retrasarle en su pedaleo. Es cuestión de tiempo, de entrenamiento y de conexión con nuestra mascota.
Por ello, los expertos en el tema recomiendan a los ciclistas usar siempre las mismas palabras para indicar al perro cuando vamos a girar y cuando conviene aminorar al ritmo porque vamos a frenar.
Por ciudad, el perro deberá siempre circular a la derecha, de tal modo que quede protegido del tráfico, y por supuesto deberá estar atado manera acorde a las ordenanzas municipales sobre animales. De todos modos, esta actividad es mucho más recomendable por parques, caminos o lugares sin apenas tráfico rodado.
El ciclista manejará los movimientos de su mascota a través de correas específicas, diseñadas específicamente para esta actividad. Estos arneses suelen ir sujetos a la bicicleta y mantienen al animal a la distancia adecuada para evitar posibles cruces, permitiendo al ciclista mantener las dos manos en el manillar para un mejor manejo de la bicicleta.
Y dos detalles importantes: es necesario acordarse de llevar agua no sólo para nosotros, sino también para nuestra mascota (lo que implica en ocasiones llevar un bebedero); y es conveniente que el perro haga sus necesidades antes de salir a pasear.
Teniendo en cuanta estos detalles, y recordando también que no todos los perros son atletas ni pueden ir al mismo ritmo, salir a pasear con el perro es mucho más sencillo de lo que parece y todo un lujo para quienes compaginan el amor por los animales con la pasión por el ciclismo.