Por Techo Díaz.- Hay veces que nos encanta escribir sobre este deporte. Otras en cambio, toca criticarlo y cuestionarlo, y hasta hervir de indignación ante noticias como las que nos hacen llegar algunos lectores. Hace unos días, el tuitero @Jgdiazferrer nos hacía llegar una noticia desde Canarias que nos hacía estremecer de vergüenza ajena e incitaba al desapego más absoluto hacia parte de la raza humana. Se trataba, nada más y nada menos, de cómo una carrera ciclista ignoraba y humillaba a la única participante femenina de la prueba.
La historia se puede leer al completo en La Opinión de Tenerife, pero les resumo. El Cinturón Ciclista San Benito Abad es una carrera de 55 kilómetros que separa Los Silos de La Laguna, en la isla de Tenerife. El pasado 14 de junio, entre los muchos hombres que tomaron la salida sólo había una mujer participante, Isabel Campos Marrero. Se había trasladado desde Fuerteventura para participar en una prueba, en la que, además, tenía muchas posibilidades de hacerse con el trofeo femenino. No hace falta ser un genio de la estadística para deducirlo.
Y sin embargo, nunca llegó a meta. Ni siquiera a la mitad del trayecto. A diez kilómetros de la salida, el coche de la Guardia Civil que cerraba la carrera la adelantó y se olvidó de ella por completo. Isabel siguió pedaleando en solitario, con la esperanza de encontrarse más adelante con miembros de la organización, pero no había ni rastro de ellos. Se habían olvidado por completo de su presencia.
Aunque llevaba el dorsal en la espalda, había pagado la inscripción y tenía licencia federativa, la carrera no existía para ella. Se vio obligada a circular entre los coches hasta que triste y desorientada, terminó por abandonar. Mientras los chicos corrían por delante, escoltados por coches y con el tráfico cerrado, el premio femenino del Cinturón Ciclista San Benito Abad quedó desierto. Alguien había decidido que su única aspirante ni tan siquiera luchase por acabar la carrera.
El mismo diario recoge también otra versión diferente de los hechos, la que aportan árbitros y organizadores de la prueba. Según explican, al inicio de la prueba la chica ya llevaba 15 minutos de retraso con el pelotón principal y con esa diferencia el reglamento dice que debe ser descalificada. Afirman, además, que la Guardia Civil levantó la bandera verde para indicar a la ciclista que estaba descalificada, tal como estipulan las normas de la carrera, que fueron explicadas antes de la salida.
La verdad es que nosotros no estábamos allí para verlo. No tengo la más remota idea de si la Guardia Civil levantó la bandera o si no lo hizo. Pero la verdad, no me cambia mucho las cosas. Puede que el reglamento diga que hay que actuar así, pero las leyes están para cambiarlas. Lo que no puede ser es que a los diez kilómetros de salida se desahucie a un participante, sea hombre o mujer.
Al leer estas historias, uno se pregunta dónde quedará aquello de “lo importante es participar” o incluso aquel anuncio reciente de Coca-Cola donde los organizadores de una carrera de running ya están retirando la meta hinchable y de pronto ven a un atleta llegar y corren para hincharla de nuevo. Es publicidad de una bebida hipercalórica y azucarada, vale, pero refleja unos valores que nunca deberían perderse en el deporte y mucho menos en el ciclismo. Todos tenemos derecho a un mal día, a una visita del Tío del Mazo en condiciones, a una pájara descomunal. Y si con eso y con todas no queremos abandonar debería haber algo así como una cláusula de dignidad del ciclista y del ser humano que obligase a los organizadores a respetar nuestro esfuerzo.
Los organizadores habrán actuado, quizás, siguiendo unas normas, pero lo que han hecho está feo, muy feo y supone una humillación para una persona que busca esforzarse. El deporte no debe ser privativo de unas élites, y si es así, habrá que cambiar las normas. Porque las personas que, como Isabel, quieren terminar una carrera, tienen todo el derecho del mundo a hacerlo. Y ojalá surjan más como Isabel, porque el deporte es de todos, no sólo de los que acaban primero.