Por Techo Díaz.- Alguna vez lo hemos comentado. El Giro es una pelea entre hombres para poder vestirse de rosa. No siempre fue así, aunque ya hace mucho que la carrera italiana eligió este color como homenaje a las páginas de la Gazzetta dello Sport, el periódico que desde siempre ha apoyado la gran vuelta por etapas.

Además del rosa, que distingue al más macho del pelotón, está el maillot azul, para el más fuerte en la montaña; el blanco, para el joven más valiente y lustroso; y el rojo, para el más rápido y regular. Un código de colores distinto al del Tour, pero idéntico en su esencia, y muy parecido al de la Vuelta con la ibérica excepción del invento de la Combinada.

maillots y azafatas giro
Los maillots del Giro

En esta idílica y colorida estampa hace ya muchos años que falta un maillot que es parte de la historia casi olvidada del ciclismo: el maillot negro del Giro. Entre 1946 y 1951, la carrera transalpina otorgaba al último clasificado de la general un maillot negro y un premio en metálico, lo cual, como era de esperar y más en posguerra desató batallas propias del Lazarillo de Tormes entre los más pícaros de la carrera.

El mejor de ellos -lo cuenta magistralmente Ander Izagirre en su libro Plomo en los bolsillos– fue Luigi Malabrocca, un ciclista que en vez de pedalear se escondía en los bosques, los bares y los graneros mientras el pelotón se vaciaba. Cuentan que un campesino de los Dolomitas vio una tarde una figura extraña rondando por su granja, salió a investigar, se asomó al aljibe y se encontró dentro a Malabrocca. «¿Qué haces ahí?», preguntó. «Estoy corriendo el Giro de Italia».

maillot negro ultimo clasificadoSin embargo, no era tan fácil ganar la maglia negra. Malabrocca tenía rivales y todos usaban tretas similares. En 1949, por ejemplo, se le escapó el premio por un error de cálculo. Aquel año su rival en estas lides, Sante Carollo, era el último en la clasificación general, con dos horas de retraso y sólo quedaba por disputar la última etapa. Nada insalvable, pensó Malabrocca, quien se metió en el primer bar que encontró y pasó el día hablando de pesca con los contertulios del bar, uno de los cuáles le llevó a su casa para enseñarle su equipo y estuvo dándole conversación durante horas.

Después, sin prisa, Malabrocca se despidió de todos y pedaleó plácidamente hasta Milán, consciente de que nadie podía arrebatarle el último puesto. Pero cuando llegó no había meta ni jueces ni cronometradores. Se habían ido ya y en vano les buscó por toda la ciudad. Cuando al por fin los encontró, decidieron darle el mismo tiempo que el último grupo en llegar a la meta y no el que realmente había hecho. La maglia negra fue para su rival.

Lo curioso del caso es que Luigi Malabrocca era un buen ciclista. Ganó quince pruebas como profesional incluidos dos campeonatos de Italia de Ciclocross. Sin contar, por supuesto, los maillots negros de 1946 y 1947, por los que todo el mundo le recuerda. En el 48 no pudo participar y en el 49, se quedó tan tocado por la derrota ante Carollo que nunca quiso volver al Giro. El último jersey negro, el de 1951, fue para otra leyenda del ciclismo, el posteriormente famoso constructor Giovanni Pinarello.

Pero Malabrocca siempre fue el favorito de la afición. Tenía tanto arte que su figura inspiró una obra de teatro estrenada en 2009. Eran otros tiempos…

maglia nera
Muchos años después, Malabrocca conservaba cara de pillo

 

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