Por Techo Díaz.- Chris Froome no olvidará con facilidad la mañana del 13 de diciembre de 2017. Independientemente de que le sancionen o no, su vida ya no volverá a ser la misma. Le pueden caer 9 meses (como a Diego Ulissi), perder la Vuelta y el bronce del mundial, que le sancionen aún más o que no le pase nada de nada, pero la sombra de la sospecha siempre planeará sobre él. Si ya le tiraban orina algunos aficionados franceses sin haber dado nunca positivo, su paso por las carreteras del Tour, al que tarde o temprano volverá, va a ser de todo menos agradable.

Hace apenas unos días, en los Desayunos de Europa Press, Alberto Contador, que se ha retirado en todo lo alto en lo que a cariño de la afición se refiere, volvía a hablar del asunto del clembuterol y aseguraba que su sanción fue “durísima” y una “injusticia”. Sean o no culpables, las acusaciones de dopaje sobre un corredor hacen mella de por vida, como ocurrió con el triste desenlace de Marco Pantani, descrito en al aburridísimo pero imprescindible libro ‘Un hombre en fuga’ escrito por Manuela Ronchi y Gianfranco Josti

Froome dopìng infierno
Froome en La vuelta

La vida de Froome, pues, se ha convertido desde hoy en un infierno más allá de la resolución del caso, que ciertamente no pinta bien para el Anglo-keniata. Los precedentes no son esperanzadores. Diego Ulissi fue sancionado 9 meses por una tasa de 1920 ng/ml en 2014, y Petacchi un año por 1320 ng/ml en 2007. Recordemos que la tasa de Froome denunciada por la UCi es de 2000 ng/ml.

Otra cosa es si nos vamos a precedentes más antiguos. Leonardo Piepoli fue absuelto el mismo año que Pettachi con la misma tasa. Indurain, Ulrich, Pereiro, Zülle, Rominger o Igor González de Galdeano fueron también perdonados por la misma sustancia. La polémica está servida, aunque la sanción de Ulissi, la más moderna en el tiempo, juega en contra del tetracampeón del Tour.

Ahora bien, ¿de dónde viene la noticia? ¿Por qué se comunica en diciembre algo que pasó a principios de septiembre? Según afirma el periodista Clèment Guillou, la UCI habría hecho públicos los resultados debido a las informaciones publicadas por el rotativo francés Le Monde y el periódico inglés The Guardian, que habrían “destapado” el caso.

¿Por qué la UCI no comunicó antes el caso? La respuesta es simple: no está obligada a hacerlo. Si el caso no conlleva sanción inmediata, la UCI no tiene porque hacer público un positivo ni a decir que hay un proceso en marcha. Sí que informó del resultado de la primera prueba a Chris Froome, al parecer poco antes de que tomara la salida en los mundiales de Bergen donde consiguió la medalla de bronce.

Se defiende en este caso la presunción de inocencia del ciclista, ya que en estos casos, y de ahí el titular de este post, es peor el linchamiento público que la sanción que le pueda caer al ciclista. Otra cosa son los tejemanejes internos que pueda haber habido en el caso, los que desconocemos por completo, y de los que muy poca gente tendrá constancia. Llama la atención eso sí, la coordinación que ha habido a la hora de comunicar el asunto.

Como señala Fran Reyes en su Twitter, la cronología es casi perfecta. En 22 minutos, todos los implicados tenían lista su versión de los hechos. No hace falta haber trabajado en comunicación para saber que un statement sobre un asunto tan grave no se prepara en tres minutos. Todo estaban sobre aviso. ¿Habían hablado antes? Todo parece indicar que sí. Aunque Sky supiese desde el mundial de Bergen que la sospecha que planeaba sobre Froome tienes que estar muy atento para reaccionar en 180 segundos.

Así que Christopher Froome seguramente pasó ayer una mala noche. Y las que le quedan. En juego no está solo perder la Vuelta a España y el bronce del Mundial CRI, sino dejar de correr el Giro que tanto ha pujado por su presencia o el Tour que podría suponer su quinto entorchado. Adios a los dos récords que más le motivan: ganar Tour-Vuelta-Giro del tirón y entrar en el club de los 5 magníficos de Merckx, Anquetil, Indurain y Bernard Hinault.

En el mundo del ciclismo, como siempre, división. Algunas voces de apoyo en Twitter, generalmente de ex-ciclistas, y otros haciendo leña del árbol caído como perros de presa. Especialmente significativo es el caso de Vincenzo Nibali que no ha tardado en recordar que esos días llovía y que no era necesario el uso del Ventolín para respirar mejor. De asmático a asmático.

Lo cierto es que no faltan ciclistas asmáticos en el pelotón, como tampoco en otros deportes de élite como atletismo, remo o esquí de fondo. Sobre los efectos del Salbutemol se han publicado hoy muchas y muy distintas teorías, desde el catedrático del telediario de TVE que ha dicho que apenas se nota en el rendimiento hasta este análisis donde se descarta el uso terapéutico. Doctores tiene la Iglesia y nosotros desde luego no lo somos en medicina.

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Da igual. Hoy Froome ha entrado en el infierno y probablemente tarde mucho en salir, incluso si las alegaciones que presenta su equipo hacen que se le absuelva del caso. También su equipo, que hizo del inglés su bandera, queda seriamente tocado. Y más si pensamos que es la investigación de un medio de comunicación (The Guardian + Le Monde) la que ha hundido la credibilidad de otro medio de comunicación (Sky). Y por supuesto el ciclismo, ese gran perdedor que ve como los grandes campeones son salpicados uno tras otro. No es lo mismo, asumámoslo, un positivo de Ulissi que un positivo de Froome.

Veremos en qué queda todo esto y si Froome consigue o no salir del averno. Algunos lo han conseguido. Virenque, sin ir más lejos, es aún en 2017 imagen publicitaria de los relojes Festina, el caso más aclamado de la historia negra del ciclismo. Lo vi el otro día en el Corte Inglés y me quedé patidifuso, aunque quizás debería ser lo lógico.

Porque lo justo es quien la hace la paga, pero no que se le entierre de por vida. Si no consigue justificar esa dosis de Salbutemol debe ser sancionado, el tiempo que la legislación disponga, y después volver a la carreteras. Como una tarjeta roja -una larga tarjeta roja- en un partido de balompié.

Seas o no culpable, Froome, que sea leve tu paso por los infiernos. Te queda un largo trecho por recorrer.

 

 

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