En esta edición no fue incluido en la lista de corredores de su equipo por enfermedad y no podrá defender el alto listón puesto
Por Luis Gregoris Gómez. He de confesar que el año pasado me llamó poderosamente la atención la historia de Thomas Marczynski, de forma que he estado pendiente de su participación en la Vuelta a España de este año. Quizá no sea un caso tan extraordinario, y haya ciclistas que se han tenido que desenvolver en condiciones incluso más infrahumanas; pero como la historia la escriben los vencedores, su historia trascendió. Los triunfos del ciclista polaco en las etapas de Antequera (digno de recordar en la actualidad, ya que la ronda española está discurriendo precisamente por carreteras malagueñas) y Sagunto; no sólo fueron sus victorias personales, sino también las de una afición y un amor por el ciclismo, para lo que sirve como indicio la bicicleta que lleva tatuada en su brazo derecho.
Marczynski se debatía entre continuar con sus estudios universitarios, alejado ya del ciclismo de competición por no haber equipos sub 23 en su país; y seguir su sueño contestando afirmativamente a la posibilidad de emigrar a España para correr en un equipo navarro. Pues bien, nuestro héroe hizo la maleta, dejó su vida en su país, cogió un autobús y, tras cincuenta horas de extenuante viaje, se plantó en Zaragoza para pasar la noche en la estación y coger el autobús que a la postre le serviría, tras mucho trabajo, para llegar a los logros que consiguió en 2017. En Pamplona se le daba poco más que el techo, la comida (la frase de De Andrés en la retransmisión fue que “corría por comida”, y yo pensé… “para competir bien tiene que comer bien, y si no lo hace, no gana, y si no gana, no come…” Iluso de mí…) y, cómo no, la oportunidad de seguir siendo ciclista. No la desaprovechó y se fijaron en él en Italia para dar el salto al profesionalismo.
El círculo originado en España en la biografía de Marczynski se fue cerrando en nuestro país con la elección de residir en Granada “por el carácter de su gente y por disponer de alta montaña y de playa para descansar, perfecto para el ciclista”. Este español de adopción ratificó su idilio con nuestro país imponiéndose en dos fugas en la edición de la Vuelta 2017.
Estando rodeado de unos 180 participantes y sin ser ni sprinter, ni escalador, ni uno de los candidatos de la general; consiguió estos logros emulando los ejemplos de veteranos que comenzaron a brillar en edad avanzada, como fue el caso de Tony Rominger. A sus 33 años, el nacido en Cracovia saboreó las mieles del éxito más dulces gracias a dos escapadas que diferencian a los que cogen el tren con los que no lo hacen, como él hizo en su momento cuando se lanzó a la aventura española. No son las únicas victorias, puesto que en su palmarés ya había carreras ganadas reseñables, como los campeonatos en ruta y contrarreloj en Polonia. Y ya a los 34, tuvo la oportunidad de disputar su primer Tour de Francia, el sueño de cualquier joven cuando aspira a ganarse la vida con la bicicleta de competición en carretera.
… Y como en la vida, a los sueños les suceden las pesadillas, las cuales también se han sucedido en el presente año para el polaco, ya que sufrió un accidente de tráfico en su querida Granada que le dejó un esguince cervical y unos cuantos puntos de sutura. Pero lo que más le ha podido doler es la imposibilidad de participar en la Vuelta de este año por una enfermedad. Su equipo, el Lotto-Soudal, le sustituyó por el belga Victor Campenaerts, quien ya tuvo una actuación destacada en la contrarreloj individual de Málaga. La participación polaca era corta, pero destacada. La ausencia de Marczynski dejó cojo el destacado trío que iba a formar junto al escalador Majka y al candidato al triunfo final Kwiatkowski, líder ya en la segunda etapa y baza del Sky para lograr el triunfo en las tres grandes con tres corredores distintos, una vez que el Giro se lo llevó Froome y el Tour Thomas; lo cual sería toda una gesta.
