Por El Aguador – El auge del uso de la bicicleta en la ciudad que hoy vivimos (y de nuevas formas de transporte en general) no es nuevo. Ya desde finales del siglo XIX se habla del poder transformador del «deporte velocipédico» y la necesidad de que se «abran nuevos horizones» para la bicicleta y que sea considerada como un «medio rápido de locomoción llamado a realizar una transformación en nuestras costumbres»
Y es que las hemerotecas son maravillosas, ya sea para recordar cómo se contradicen a sí mismos los políticos, o para disfrutar de lecturas como ésta que extractamos del segundo número de la revista «El Deporte Velocipédico» publicado nada más y nada menos que el 6 de marzo de 1895.
Aquí lo podéis consultar completo gracias a los archivos de la Biblioteca Nacional.
Eran pocos, poquísimos, los primitivos aficionados en España al deporte velocipédico. A lo cual contribuían varias causas.
En primer término, el manejo de las máquinas era difícil y arriesgado. Necesitábanse fuerzas hercúleas para dominarlas, y rara vez las caídas no tenían consecuencias desagradables.
En segundo lugar, las gentes ridiculizaban el uso de aquellos aparatos de forma extraña.
La invención de la bicicleta y, sobre todo, la aplicación a ella de los pneumáticos realizó en toda Europa una verdadera revolución, cuyos efectos comenzaron a notarse en España hace pocos años.
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Todo conspira en favor de este deporte. La moda lo ampara elevándolo a la categoría de ejercicio de buen tono. La Medicina lo prescribe como medio terapéutico de extremada importancia para fortalecer el sistema muscular. La Higiene lo recomienda a los que por sus ocupaciones hacen de ordinario una vida sedentaria.…
El deporte velocipédico progresa por instantes y va en camino de un amplísimo desarrollo.Pero hay que abrirle nuevos horizontes. Hoy la bicicleta está en manos de los ricos o de personas de posición más modesta, pero cuyos medios de vida les permiten el lujo de emplear dos o tres mil reales en este aparato de locomoción. Más lo cierto es que si su uso favorece a todos los que la tienen, no la tienen todos los que la necesitan.
Y la necesitan, por ejemplo, aquellos que contando para el sostén de sus familias con escasos recursos, se ven precisados a vivir hoy en los grandes centros de población donde se hallan ocupados, cuando de tener a su alcance una bicicleta para salvar con rapidez las distancias, podrían vivir con mayor economía y por consiguiente con más holgura en algún pueblo.
La bicicleta se emplea hoy como objeto de distracción o como media higiénica, y es preciso que se emplee también como medio rápido de locomoción y por consiguiente como objeto útil, o mejor dicho, como objeto indispensable para las necesidades de la vida.
Tal es, a no dudarlo, el porvenir reservado a la bicicleta, a la cual se da ya esta aplicación en las principales capitales de Europa.
La bicicleta, pues, está llamada a realizar una transformación en nuestras costumbres.