Bendita kryptonita: Superman vuelve a Astana

Chris Froome ha ganado 4 tours, 2 vueltas y 1 giro. Ha sido el dominador absoluto de las carreteras en la segunda década del siglo XXI. Pero un buen día se cayó al suelo entrenando, y ya nunca volvió a ser el mismo. Este año ha acabado el Tour noveno por la cola, a 4 horas, 12 minutos y 1 segundo del ganador.

En 1975, el mejor ciclista de todos los tiempos, Eddy Merckx, recibió un puñetazo de un espectador cuando estaba remontando a su gran rival, Bernard Thevenet. No fue una tontería de puñetazo. Le sensibilizó la zona hepática, le imposibilitó el descanso y le hizo en definitiva perder el que iba a ser su sexto Tour. Con un moratón enorme que casi le llegaba al pecho, siguió atacando hasta el final. Días después, un enganchón con un ciclista danés le provoca una fractura de mandíbula. Los médicos le recomiendan abandonar, pero él solo dice: «»No puedo retirarme, eso restaría méritos a la victoria de Thevenet».

En 1996, Miguel Indurain había ganado 5 tours consecutivos. Venía de ganar Dauphiné y todo apuntaba a que sumaría el sexto. Pero no fue así, y todos maldecimos al danés y a las rampas de Hautacam. El navarro acabó vencido, claudicando precisamente en la etapa que acababa en Pamplona, la que el Tour había preparado para homenajearle y pasaba justo por delante de su casa en Villaba. Acabó undécimo, fuera del Top Ten, pero acabó.

Supermán López iba tercero en la general cuando atacó Adam Yates en la penúltima etapa de La Vuelta. No pudo cerrar el corte y, sin aliados, fue perdiendo tiempo. Se bajó de la bici y abandonó.

El equipo Movistar no lo ha hecho oficial, pero desde La Gazetta a El País todos dan por hecho que Miguel Ángel López volverá en 2022 a las filas de Astaná. Es lo lógico. Cualquier otra cosa carecería de sentido. Y bendita kryptonita que ha hecho saltar por los aires una situación insostenible.

Porque…, ¿a qué lumbreras se le ocurrió fichar al ciclista que había llamado «los estúpidos de siempre» a los ciclistas de Movistar y había acusado a Alejandro Valverde de no tener categoría para vestir el maillot de campeón del mundo?

¿En qué país de los mundos de Yupi habitaba esa alma cándida? Porque esas cosas se aceptan, pero no se olvidan. Los ciclistas se leen, se escuchan y, como todo ser humano, tienen sus piques. Lo advierten ya Valverde y Erviti en los últimos compases de la segunda temporada de El Día Menos Pensado. Tendrá que explicar esas palabras y aceptar alguna novatada. Los comentarios enlatados valen mucho menos que las palabras en caliente, y eso lo sabe cualquiera.

Así que el ambiente que ha tenido que respirar Miguel Ángel López (cada vez cuesta más llamarle Superman) ha debido ser complicado desde el principio, máxime cuando se perdió la concentración de pretemporada por coronavirus.

Parece ya probado que el fichaje del colombiano vino, al menos en parte, propiciado por el duelo de egos entre Eusebio Unzué y el representante Guiseppe Acquadro, una disputa que, según El País, ya habría llegado a su fin. Esto permitirá al conjunto español hacerse con los servicios de Álex Aramburu, Gorka Izagirre, Óscar Rodríguez y el colombiano Iván Sosa.

Y que haya saltado por los aires es la mejor noticia para todos. Para el equipo Movistar y para Miguel Ángel López. De hecho, el fichaje del colombiano solo se puede entender desde la perspectiva de la escasez de figuras accesibles. No había a quién fichar, a la marca le interesaba un corredor potente en Colombia (parece que aún le interesa si ficha a Sosa) o razones similares. Eso en el caso de Telefónica. En el caso de López no alcanzó a entender por qué fichó por los azules. ¿Dinero? No parece tan obvio que le paguen mucho mejor que Vinokourov. Lo que estaba claro, y él debería saberlo, es que no iba a tener un equipo a su disposición. Estaba a la par con Enric Mas y el puesto había que ganárselo en las carreteras.

Son cosas que no se ven, claro, pero el ambiente ha debido ser fino. Ni una tercera temporada del «reality» más esperado del mundo ciclista podrá dar cuenta de ello. Lo que pasa es que igual tiene una consecuencia positiva: el fin de la bicefalia.

El fin de la bicefalia

La bicefalia se inventó para hacer la transición de Alejandro Valverde a Nairo Quintana, tal como exitosamente hicieron en su día, Perico Delgado y Miguel Indurain. Pero esto de las transiciones se nos daba mejor en los 80. Y Valverde no es Perico.

El murciano no terminaba de languidecer y claro, Eusebio tenía que decir aquello de «la carrera determinará el líder». No ha funcionado ni una sola vez. Un año hicieron segundo y tercero en el Tour, sí, pero lejos de Froome. Y no enamoraron a nadie.

Aquello fue el mejor año. Luego vinieron las tricefalias, con Landa, con Soler y ahora con Mas y con López. Y nunca va bien. El equipo pierde un hombre (el más fuerte) para trabajar por su líder, ya que está tratando de asegurar su tercer, cuarto o quinto puesto en la general. Y el aficionado se desilusiona.

La culpa de todo esto, merece la pena decirlo, es un monstruo de la naturaleza llamado Alejandro. Lo que este señor ha durado en el ciclismo es digno de estudio, tan absolutamente inusual que ni el más precavido de los eusebios hubiera sido capaz de imaginarlo nunca. Pero ante eso solo se puede hacer una cosa: descubrirse.

Y cambiar de táctica, que aún estamos a tiempo. Crear un equipo en torno a un solo líder y arroparlo con todo lo que tengas en carrera. Porque de Enric se podrán decir muchas cosas, pero este año en La Vuelta ha sacado petróleo de lo que tenía: tres hombres a su co-servicio. Veremos, ahora que la kriptonita ha acabado con Superman, que puede hacer con siete.

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