Primoz Roglic tenía fama de ser un tipo antipático allá por 2019, cuando ganó su primera Vuelta. O más que antipático, un témpano de hielo. Como si aún no hubiese salido de las pistas de salto de esquí donde se forjó como deportista. Pero eso ha ido cambiando por completo. Ya el año pasado, se dejó fotografiar “con toda la mierda de la tienda del aeropuerto”, como destacamos en un tweet jocoso cuando ya el esloveno se había ganado el cariño de todos los aficionados españoles.
A Roglic le han puesto encima toda la mierda de la tienda del aeropuerto 🤣😅🤣 pic.twitter.com/RQXcB9bhqm
— El Tío del Mazo (@eltiodelmazo) September 6, 2021
Porque el ciclista de Jumbo ha ganado de todo y en todos los sitios, pero donde más lo ha petado ha sido en España. Lleva tres Vueltas seguidas ganando y este año podría lograr la cuarta victoria, igualando el récord de victorias que aún ostenta Roberto Heras. Quizás por ello, ayer se descolgó con un guiño que supone toda una declaración de amor a una carrera que mejora año tras año, pero que sigue estando muy lejos -en tradición y relevancia- de la reina del calendario, el Tour de Francia.
Roglic dijo ayer, tras ganar la Dauphine, que se iba de vacaciones a Tignes, para luego correr el Tour como preparación para la Vuelta. Todo un troleo al que no están muy acostumbrados en Francia.
Roglic dice que el Tour de Francia es su preparación para La Vuelta. Grande Primoz, troleando a los gabachos. pic.twitter.com/1whRUfQ8xm
— Fernando García (@RSSAvilesina) June 12, 2022
Una respuesta que descoloca a muchos, aunque, lógicamente tenga poco de creíble. Nobleza y Jumbo obligan a tratar de ganar el Tour, aunque no deja de ser un detalle hacia la grada española, que además, resulta bastante gracioso, por lo inusual.
Con su victoria ayer en Dauphine, el esloveno ha ganado ya prácticamente todas las carreras de una semana relevantes que existen el calendario, con la única excepción de la Volta a Catalunya. Tirreno, Paris-Niza, País Vasco, Romandía, UAE Tour… algunas incluso por duplicado. No tuvo rival ayer en Dauphine porque el único que andaba de forma parecida corría en el mismo equipo y entre los dos, con el añadido del potente y versátil Van Aert, amanazan con ponérselo difícil al joven e intratable Pogacar.
Eso sí, solo como preparación para La Vuelta. Enormes ayer las palabras del supercampeón, casi tanto como el abrazo que le brindó a Carlos Verona, ganador de la penúltima etapa, al que estuvo a punto de alcanzar en meta. Grandes gestos que sin duda tendrán premio. Porque, si la cordura reina este verano y los calores no nos achicharran las neuronas, el esloveno debería ser uno los hombres más aplaudidos en las carreteras españolas el próximo mes de agosto.