La imagen que encabeza este artículo ya es icónica del Tour de Francia. Quizás no a la altura de aquel día que Chris Froome, vestido del amarillo que acostumbraba a lucir Sky como líder apabullante de la carrera, dejó la bici a un lado por una avería mecánica en la ascensión al Mont Ventoux y emprendió la marcha a pie, pero si que se ha hecho muy viral.

Al menos sí que va a ser una foto reconocida durante mucho tiempo ya no por el hecho en sí del caos que por unos segundos envolvió a Jumbo Visma, sino que quedará para el recuerdo al ser el día que el Tour volvió al pavé, en el que Pogaçar se destapó (también) como un experto en Roubaix y en el que Primoz Roglic despidió sus opciones a las primeras de cambio como si de un Opi-Omi cualquiera se tratara.

El día fue espeluznante para el equipo holandés. Todo el mundo tenía marcado en rojo esta etapa y sus once tramos de pavé. Absolutamente todos estaban advertidos de que no se iba a ganar la carrera en la quinta etapa pero sí a perderla, y la lotería de la mala suerte le cayó de lleno al mismo por tercer año consecutivo. Si en 2020 fue una pájara terrible en la cronoescalada final y el año pasado el pancartazo, ahora ha sido una baliza mal puesta y su consecuente caída la que ha tirado por tierra la preparación y la ilusión de Roglic de ganar de una vez por todas el Tour de Francia.

Pero la imagen no refleja el clavario de Roglic sino la estresante situación del segundo (o ya primero) jefe de filas del equipo Jonas Vingegaard. El danés sufrió un problema mecánico tras uno de los tramos de pavé y como iba bien cubierto uno de sus compañeros pudo prestarle su bici. Fue un cambio limpio y rápido, pero también inútil. La bici le quedaba varias tallas más grande y el sillín ni siquiera le permitía sentarse y pedalear.

Por allí apareció Van Aert de amarillo dispuesto a echar un cable pero fue en vano. Vingegaard enseguida miró para atrás y, sin poder sentarse, avanzó unos metros hasta que se dio por vencido. Entonces echó pie a tierra y Kruijswijk acudió en su socorro para cederle su bici. Pero este segundo cambio de bicicleta duró apenas 4 segundos. Cronometrado. Lo que tardó en aparecer el coche de Jumbo en medio del desconcierto y seguro de los gritos en la radio del equipo para proporcionarle una bici acorde a sus medidas.

La situación fue trágica desde dentro y cómica vista desde fuera. El minuto de estrés ya no se lo quita nadie ni a Vingegaard ni al resto del equipo y staff. Pero todo tuvo un final casi feliz porque la carrera estaba lanzada y por delante Pogaçar olía la sangre. Finalmente, Vingegaard tan sólo perdió 13 segundos con respecto al esloveno y eso, viendo cómo se sucedieron los acontecimientos, fue prácticamente un éxito.

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