Desde su podio en el Giro de Italia no se había vuelto a dejar ver en competición. Casi tres meses de ausencia, que no de descanso porque se ha estado preparando y no ha dejado de entrenar, hacían que la afición echara de menos su dosis de Landismo. Para algunos es difícil vivir sin Mikel en carrera, pero por fortuna esta Vuelta a Burgos ha quitado a muchos sus males.

 

El de Murgia está en carrera pero, al menos hasta el momento, casi podemos decir que de manera testimonial. No se le está viendo con ningún tipo de énfasis en disputar la competición, ni de cara a la clasificación general ni hasta ahora tampoco en el momento de buscar algún triunfo de etapa.

En la primera jornada, con la llegada en El Castillo de Burgos, no se le vio con buenas piernas como para aguantar esa subida con el ritmo de los mejores y terminó cediendo 50 segundos con respecto al ganador Buitrago. En el segundo día desconectó rápido aunque casi por fortuna, porque le evitó ir en las primeras plazas del pelotón donde se desencadenó la terrorífica caída por el badén asesino situado en los últimos metros. Y al tercer día, el Picón Blanco le dejó fuera de juego muy pronto.

Por lo tanto, podemos decir que por el momento el Landismo está dormido, como en una especie de letargo después de esa gran actuación en el Giro que le valió para subirse al tercer escalón del podio. El del Bahrein parece que quiere coger ritmo de competición, pero a su aire y sin demasiados agobios, sobre todo velando armas para donde se le espera de verdad que es en La Vuelta.

Ahí sí que no habrá excusas. Sus acérrimos le perdonan que en Burgos no se le vea y hasta se esté dejando llevar, pero quien más o quien menos espera alguna que otra exhibición en La Vuelta. Ahí es donde la bestia tendrá que despertar y el Landismo en su máximo esplendor volver a rugir.

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