Ya está. Todo en orden. Ha sido pisar territorio español, la carretera ponerse un poquito empinada hacia arriba y ver un final explosivo y ha aparecido el jefe. La vida sigue igual en La Vuelta y Primoz Roglic sigue mandando cuatro años después con puño de acero en una carrera con la que tiene un idilio especial y en la que ya es una auténtica leyenda.
Es tremenda la conexión que tiene el esloveno con esta competición. Todo el feeling que no tiene con el Tour de Francia, que lleva maltratándole año tras año, lo encuentra con La Vuelta y además con creces. Se encuentra a gusto, se siente como en casa y se sabe el mejor, el que lleva el peso y el que responde a las expectativas.
Y eso que en esta edición de 2022 había más dudas que nunca sobre su figura porque, no hay que olvidarlo, viene de una lesión muy reciente que le apartó del Tour. Ha comenzado a entrenar de nuevo hace dos días como quien dice y no había vuelto a estar en competición hasta que se dio la salida de La Vuelta en los Países Bajos. Lo de hoy, la victoria en la meta de Laguardia, no quiere decir ni mucho menos que todo eso haya quedado atrás porque esto en realidad no ha hecho más que empezar, pero sí que es un síntoma de que al menos en cuanto a ambición Roglic sigue siendo el mismo.
El final de la cuarta etapa se adecuaba perfectamente a sus características pero esas dudas de las que acabamos de hablar hacían ganar peso a otros hombres como Evenepoel o Alaphilippe. Nada que hacer ni para ellos ni para ningún otro. Ni siquiera incluso para un Enric Mas que, atención, se postula como candidato real después de las buenas sensaciones que ha dejado. Al más puro estilo del Muro de Valdepeñas el año pasado, Enric estuvo con los mejores, metió codos y soñó con ganar aunque terminó sucumbiendo.
Roglic ya ha recuperado la normalidad, la de ganar en La Vuelta, la de dejar su amarillo de Jumbo por el rojo de líder de La Vuelta. Eso es para el la normalidad, ganar y volver a ganar en España. ¿Aguantará hasta Madrid y conseguirá la cuarta?