Por Javier García

Es una obviedad decir que el deporte alcanza su purismo cuando contacta con algún elemento del País Vasco y su gente. Futbol, pelota vasca o ciclismo, que más da, el microclima deportivo que allí se crea no adquiere replicas. La disciplina ciclista de nuestro país no se podría entender ni sostener sin los vascos y sus locuras-en el buen sentido de la palabra-. Una salud, la del ciclismo local, que muchas veces ha estado en cuidados intensivos, pero que siempre ha salido adelante gracias al esfuerzo de sus propios paisanos.

En total, el País Vasco apenas representa un 1,5% del territorio español y el 4,6% de la población total. Con estos datos en la mano, su influencia en el mundo del ciclismo y el deporte en general deja perplejo hasta al más rudo. Más allá de nuestras fronteras los vascos se ganaron la admiración del mundo del ciclismo desde las primeras pruebas. El último en reconocerlo ha sido el ganador de un Giro, Tao Geoghegan, quien no ha escatimado elogios al deporte vasco.

Vicente Blanco en 1910 fue el primero en mostrar al Tour de Francia que los de Larrabetzu estaban hechos de otra pasta. El bueno de “El Cojo” cubrió con su bicicleta los más de 900 km entre Bilbao y Paris para tomar la salida en la Grand Boucle. Llegó un día antes, pero varios problemas le causaron no completar ni la primera etapa, aún así, los franceses no se olvidarían jamás de su historia.

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? El Athletic Club y la Real Sociedad son pilares del deporte nacional, lo que muchos no saben es que sus orígenes viven ligados al mundo del pedal. La Real Sociedad se refugió bajo el nombre del Club Ciclista de San Sebastián para poder empezar a competir. En 1924 nacería la sección ciclista del Athletic Club, los corredores rojiblancos estarían presentes en las mejores carreras hasta el estallido de la Guerra Civil. Decir que la competencia entre ambos clubs empezó sobre el asfalto y no sobre el césped sería más que un acierto.

Sección ciclista del Athletic Club. Fuente: Athletic Club

Euskadi es un país ciclista por excelencia, a la par que Flandes, no hay una prueba en el mundo donde no veamos una ikurriña desgañitarse corriendo a la par del pelotón. La salida del Tour en el pasado año fue el mejor escenario posible para deslumbrar una realidad, en el deporte también pueden existir las mecas. Puertos abarrotados, voces que aligeran pendientes, y sobre todo, respeto sepulcral por los corredores, quien corre por primera vez allí no se olvida. Es de destacar que el ciclismo de Euskadi descansa sobre pilares solidos: federaciones, clubs, corredores y medios de comunicación, remar en direcciones opuestas no es negociable.

Tras más de una década de la desaparición del Euskaltel Euskadi el ciclismo vasco ha recibido el alta. 47 corredores dejarán su huella en esta nueva temporada profesional. El naranja parpadea especialmente gracias a la maniobra de reanimación de Mikel Landa en 2017, sus actuaciones marcaran el estado de toda una comunidad. Las dosis de talento local son infinitas, aunque actualmente la fragancia con un olor más profundo e imborrable posiblemente esté en manos de Pello Bilbao, vaya temporada pasada nos dejó la criatura.

Las Seis Horas, la Clásica de San Sebastián, la Itzulia… el mejor ciclismo internacional no puede vivir desligado al País Vasco, sería algo más que darse un tiro en el pie. Hablamos de la cuna del deporte amateur en nuestro país, el kilómetro cero de todo ciclista y el foco reluciente que siempre puede darte la oportunidad de saltar al World Tour. Una corriente repleta de personalidad que por supuesto enriquece también la cultura y resalta los valores del deporte. Dejemos lo de hablar con la boca pequeña para otra ocasión y disfrutemos de todo un patrimonio de la humanidad, que no nos falte nunca.

El Tour de Francia en su salida desde el Pais Vasco. Fuente: Tour de Francia

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