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Tadej Pogacar es el verdadero monumento del ciclismo

Por Javier García 

52 Giros de Italia, 23 Tours de Francia y 50 Vueltas a España se han ganado por un margen menor a la Strade Bianche 2024, y eso que se pasó 40 segundos saludando. Tadej Pogacar está escribiendo su propia historia en el ciclismo, esa que trasciende más allá de resultados excelentes. Ganar es una virtud que muy pocos conocen, conseguirlo tras atacar a 80 de meta con una seguridad similar a quien lo hace a falta de 100 metros son palabras mayores.

En esas se encuentra el esloveno, en construir una leyenda a imagen y semejanza. Decir en la previa de una carrera como la Strade Bianche que vas a atacar de lejos, cuando ni siquiera has debutado en 2024, vislumbra un farol en el 99% de los corredores. La bala pasa de ser de fogueo a ostentar un alto calibre si la dispara un talento como este. Por orden de Tadej Pogacar, a 81 de meta, en Santa María, hay que ponerse de pie.

Con la osadía de quién corre su primera carrera profesional cuando ya es un mito. Con el aroma de un ataque condenado al desfallecimiento más extremo. Con la sensación constante de tener siempre algo pendiente con el espectáculo sin ser así. Con la mente tan retorcida de alguien al que ganar parece que le importa un carajo si su metodología no desafía a la historia.

La lluvia convirtió el sector 8 de 15 en un verdadero océano de barro, en aquel momento el grupo principal no era más que una trashumancia de 30 corredores. Fue allí cuando el galgo del UAE eligió su escenario de tortura. Sin la necesidad de bailar sobre la bicicleta, sin la obligación de mirar atrás, Tadej se iba a solo en busca de la exhibición más absoluta. La osadía se convirtió en jaque mate en cuestión de instantes. 2 minutos de ventaja en apenas 10 kilómetros de Sterrato, la inyección era prácticamente letal.

Tadej Pogacar instantes posteriores a su ataque. Fuente: Strade Bianche

Con botellas de C02 y mechas como escuderos principales, Tadej recorría la Siena más profunda con casi cuatro minutos de ventaja. En ese marco y sin lugar a la aparición de El Tío del Mazo la victoria estaba más que atada. Sonriendo, saludando y alentando al público allí presente, como si se tratara de un verdadero emperador, Tadej Pogacar firmaba su segunda Strade Bianche con una escapada que se recordará para siempre.

Ante la temporada más exigente de su carrera profesional, el esloveno vuelve a demostrar que no corre para ganar, si no que lo hace para la historia del ciclismo mundial. No tenemos ni la menor idea de cual será su cumbre de resultados en este 2024, pero un corredor así solo merece admiración. Pogacar sigue sorprendiendo a propios y extraños, su hambre es insaciable. Sus actuaciones, su personalidad y sus victorias son el verdadero monumento de este deporte, valoremos cada pedalada del caníbal de nuestro siglo.

 

 

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