Por Javier García
Toda leyenda tiene su kilómetro cero. Esa carrera que te da un renombre, una confianza y un prestigio para poder pelear por las cotas más altas. Aquella París Niza de 1989 no fue una más para el bueno de Miguel. Su victoria sembraría un camino del que años después rescataría cinco Tours de Francia de manera consecutiva. Indurain traía a España su primera Carrera del Sol y marcaba el punto final del dominio absoluto de Sean Kelly, el irlandés había ganado las siete ediciones anteriores.
La París Niza de hace 35 años ponía en la rampa de salida hasta tres equipos españoles: El Reynolds de Indurain y Perico; el Teka de Peter Hilse y el BH de Álvaro Pino. Indurain, de apenas 24 años, se plantaba en el prólogo de Paris con triunfos en Volta a Catalunya o Tour del Porvenir. El navarro daba indicios de gran regularidad, pero le faltaba un triunfo estelar en un escenario mediático. La prueba francesa presentaba en ese año muchas similitudes con la actualidad, 8 etapas y un prólogo definirían el ganador final.
La 47º edición de la Carrera del Sol arrancaba con un prólogo de apenas 5 kilómetros por las calles parisinas. La polémica salpica la primera jornada, hay dudas acerca de quien es el ganador. Indurain empata a tiempos con Thierry Marie, finalmente es el francés quién lograría el triunfo por apenas unas centésimas. Las dos etapas siguientes estarían marcadas por el dominio de De Wilde al sprint, Indurain esperaba su oportunidad.
La cuarta jornada se presentaba como un día clave, protagonismo para la contrarreloj por equipos de 58 km en las calles de Vergeze. Reynolds no firmaba su mejor día al ser 8º en meta. Indurain se quedaba a más de 1 minuto de Bezault, nuevo líder de la carrera. No hay mejor reacción a un golpe que liarla parda, eso pensó Echavarri. La locomotora de Villava arrancaba desde lejos con un ataque al que solo podía seguir Comillet, del Peugeot. El francés vencía en el sprint final al español. No obstante, aquella embestida situó al del Reynolds de nuevo en el top de la carrera.
10 de marzo de 1989, Saint Tropez sería testigo de un antes y un después en la carrera. Pedro Delgado marcó la estrategia de un Reynolds que no quería dejar escapar a Roche. Tras neutralizarlo, el navarro se marchó junto a Rue en los últimos kilómetros de etapa. El negocio fue más que sencillo, para Rue la etapa y para Indurain la general. Miguel se vestía de lider a dos días de la conclusión. El maillot en estos tiempos era blanco impoluto, algo que cambió en 2002, cuando ASO se hizo con los derechos de la carrera, lo que dio protagonismo al amarillo.
Tras el esfuerzo de las jornadas anteriores todo se decidiría en la CRI con final en el Col d´Eze. Roche firmaba una de sus mejores victorias contra el crono y lograba meter 32” a un Indurain al que parecía que el caballo ganador se le escapaba. Finalmente, el navarro sostenía una ventaja de 13 segundos que le daba el triunfo final. Esa general fue un premio para Indurain que había logrado ser con diferencia el más regular, con hasta cuatro segundos puestos.
Pedro Delgado, su compañero en ese momento, salió de aquella París Niza vaticinando lo que sería después toda una realidad, “Miguel Indurain será uno de los tres o cuatro campeones del mañana” Aquella París Niza cambiaría para siempre la carrera de Indurain, a partir de este momento a ese chaval de 24 años todo el mundo lo empezó a tomar muy en serio.
