Por Gonzalo Díaz Bonet
En el verano de 1959, la organización del Tour de Francia se puso en contacto con Salvador Dalí para encargarle una postal oficial de la carrera. No era el primer ni el único pintor en colaborar con la carrera. También lo habían hecho otro artistas como Bernard Buffet, Leonard Tsuguharu Foujita y Kees van Dongen, coordinados por el editor Joseph Forêt. Pero el tiempo -hace ya 60 años de aquello- acelera algunos mitos y destruye otros. Y el de Dalí es hoy, tirando por lo bajo, inconmensurable.
El pintor ampurdanés, que también colaboró con Walter Disney, unía así su nombre al de otro de los grandes mitos del siglo XX: el Tour de Francia. No era poco el amor que el simpar acuarelista procesaba a la carrera de las carreras. Suya es una de las frases más célebres que se han dicho nunca sobre el ciclismo y los meses estivales: “Cuando las bicicletas llegan a París se termina el verano”.
Así lucía está postal de la carrera en un año que pasaría a la historia para el ciclismo español. Porque el de 1959 fue el primer Tour que ganó un ciclista nacido dentro de nuestras fronteras. El único que a la postre ganó Federico Martín Bahamontes, el hombre que volaba sobre las cumbres, el mejor escalador de todo el siglo XX. Entendiendo que el dibujo de su compatriota debió ser realizado con muchísima antelación, no está de más pensar que sirvió de talismán para el triunfo del toledano. Y eso que el dibujo parece representar más un sprinter que un espigado grimpeur.
Son muchas las veces que Dalí habló del Tour de Francia y expresó la profunda admiración que sentía por los ciclistas, y en especial por Louison Bobet, el primer corredor que ganó tres Tours consecutivos. Algunas de sus frases han quedado para la posteridad en su particular jerga surrealista: “Yo querría que toda Francia fuera en bicicleta, que todo el mundo pedalease chorreando sudor, enfilándose como locos por subidas inaccesibles, mientras que el divino Dalí pinta… sí, el Tour de Francia me produce una satisfacción tan persistente que la saliva me fluye a raudales imperceptibles pero constantes”, dijo el genio de Figueras.
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