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Crec que era el juliol que es va fondre l’Indurain

Desde hace algunos años mi amigo Andreu cada vez que sale de fiesta me regala una canción. Lo hace en forma de sms, a la antigua, y de manera artesanal, generalmente después de engullir unos cubatas. A veces se le traspapela alguna letra y no controla mucho el uso de las minúsculas, pero le suelen quedar bastante bien.

Al menos bastante mejor que esos mensajes de Movistar que se han puesto ahora de moda y transforman el buzón de voz en sms, de tal forma que el destinatario acaba recibiendo mensajes de profundidad expresiva como “¿pero qué coño es esto” o “voy por incidencias, ahora llego” si es que el usuario se encuentra cerca de la parada de metro de Iglesia.

Pues bien, el otro día uno de estos mensajes, que son trozos de letra de una canción, me gustó especialmente. Primero porque no la conocía, y después de escucharla en el spotify me parece un temazo, y segundo porque hace una breve pero intensa referencia al Tour de Francia, en concreto a uno muy emotivo, el de 1996.

La canción es del nuevo disco de Manel, un grupo catalán muy en boga por estos tiempos y la traducción literal dice: “Creo que era el julio que se fundió el Indurain, y maldecimos al danés y a las rampas de Hautacam”.

El resto de la letra es muy bonita, porque habla de la infancia perdida, que a veces es como un boomerang, que tiene que volver pero al final siempre se queda atascada entre las ramas y no vuelve nunca. Y aquel julio del 96 no todos éramos niños, pero todos despertamos de repente de un sueño para el que no estábamos preparados: enterarnos de que Indurain no era invencible.

Apenas tuvimos ni tiempo de enterarnos, porque de aquellas rampas de Hautacam Miguelón ya no salió nunca. Acabó el Tour, eso sí, como un señor, y se dejó ver en la salida de la Vuelta unos meses más tarde, pero no quiso subir a los Lagos de Covadonga. No fue la suya una larga agonía. Cuando vio que el Tío del Mazo y un maldito danés finiquitaban su reinado, dejó la bici para siempre y todos crecimos de golpe aquel verano.

Y cómo pasa el tiempo. El maldito danés es ahora director de un equipo ciclista, el equipo donde milita nuestro nuevo Indurain, Alberto Contador, y resulta que nos cae bien. Porque ha defendido y apoyado al pinteño frente a los que odian el ciclismo, porque le cantó las 40 al burgués de Luxemburgo cuando se vino de cañas a la Vuelta y porque, once años después sí, pero sin que nadie se lo pidiera, confesó un buen día que ganó a Indurain haciendo trampas.

Claro que todo eso ya no importa. Porque Indurain no quedó segundo, sino undécimo, y aunque hubiese quedado segundo ya no sería lo mismo once años más tarde. Porque, como dice la canción de Manel en su tramo final, tampoco hay tanto tiempo para perder y, tarde o a tiempo, sólo queda una verdad.

Aquel verano del 96 perdimos un mito, pero no porque se cayese, sino porque había llegado su tiempo. A cambio, ganamos no tanto para el ciclismo activo, sino para los años venideros, un gran danés con trazas de director deportivo que todavía tiene mucho que decir. Lo recogieron las cámaras belgas el otro día tras el triunfo de Nuyens en el Tour de Flandes. Espectacular la alegría que transmite, gutural incluso. Eso es pasión por el ciclismo. Esperemos que pueda celebrar así en julio el cuarto tour de Alberto, primero con el Saxo Bank.

Imágenes que hablan por sí solas de Bjarne Riis, el danés que maldecimos en el 96. Personalmente, me hubiera jodido mucho más que Indurain perdiese con Rominger

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=vPsUJ3EjCN0]

Por Techo Díaz

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