450.000 euros se embolsará el menor de los Schleck si consigue ganar el Tour de Francia de 2011, la misma cantidad que se llevaría en caso de hacerlo el tercero de la saga Contador, una familia de Pinto que ya cuenta con seis grandes vueltas más que la familia luxemburguesa.

Parece mucha pasta, pero no es tanto. Es más, me atrevería a decir que, tratándose de una prueba como el Tour de Francia, resulta ridícula. El ciclismo es un deporte individual que se corre por equipos, y como tal, aunque sólo un ciclista cope el podio final, se pierde y se gana por equipos. De ahí que los llamados gregarios o aguadores se desfonden en ocasiones tirando como bestias del grupo sólo para eliminar rivales para su líder antes de la ascensión al último puerto, privándose así de cualquier posibilidad de victoria en la etapa o en la general.

Así que en ciclismo hace ya mucho tiempo que existe una tradición: los premios se reparten entre los 9 corredores del mismo equipo. Es decir, que el ganador del Tour de Francia, la prueba más dura y prestigiosa del mundo, se embolsará 50.000 euros. No parece una barbaridad por ser el mejor en recorrer durante tres semanas y en plena ola de calor todos los días unos 200 kilómetros a una media de 40 km/h, puertos incluidos.

Los jugadores de la selección española de fútbol recibieron sólo en primas 600.000 euros cada uno por ganar el Mundial de Sudáfrica, un trofeo que otorgaba al equipo ganador la nada desdeñable cifra de 26 millones de euros. Si Rafa Nadal gana Wimbledon este fin de semana recibirá 1,25 millones de euros, que podrá sumar a los 1,12 cosechados por su brillante triunfo ante Federer en el Roland Garros.

El Masters de Augusta reparte 7 millones de dólares en premios, y la Eurocopa de fútbol de 2012 repartirá 196 millones de euros, aunque “sólo” 7,5 millones serán para el vencedor, cuantía bastante inferior a la del Mundial de Fútbol. Contador, si gana el Tour de Francia, recibirá 50.000 euros.

Claro que se pueden ganar otros premios. El mejor joven recibe la astronómica cifra de 20.000 euros, la misma que el corredor más combativo. El maillot verde de la regularidad se premia con 25.000 euros, los mismos que se otorgan al mejor grimpeur, al antaño valorado jersey blanco con lunares rojos que distingue al mejor escalador de la ronda francesa y que el año pasado fue para el conocidísimo Anthony Charteau. ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué los grandes corredores no disputan ya el gran premio de la montaña como antes? Quizás la razón sea esa. El premio para mejor en los puertos no alcanza, tras la pertinente división entre 9, ni siquiera los 3.000 euros.

En fin, parecen lejanos aquellos tiempos en que Bahamontes y Loroño preparaban toda la temporada con la intención de ganar únicamente el premio de montaña del Tour de Francia, que les daba de sobra para vivir en la España de entonces y pagarse los helados, hecho el cambio de francos a pesetas.

El Tour es y seguirá siendo la mejor carrera del mundo, pero parece que se está quedando algo desfasado en cuanto a premios. Hablamos de uno de los deportes más duros y espectaculares que, además, es también el más perseguido. Al contrario que los Nadal, Gasol, Alonso, Federer o Tiger Woods cuando era fiel, los ciclistas no pueden encima sumar ingresos por publicidad estando la limpieza de este deporte tan tremendamente cuestionado, gracias a la irresponsabilidad de algunos corredores y la necedad de algunos dirigentes.

Pero no nos quejemos tanto. A fin de cuentas, en ningún deporte y en ninguna otra prueba del mundo se reparte un león de peluche. Y el león de peluche no solo mola mazo, sino que va mucho más allá. Representa el honor, el sufrimiento y la entereza de unos deportistas que en su inmensa mayoría no se harán ricos pero saben sufrir como nadie para cumplir su sueño, que no es un sueño cualquiera: acabar el Tour de Francia.

 

Por Techo Díaz

 

 

 

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