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El día que Perico se quedó sin gasolina en la puerta de un puti

Por Techo Díaz.- La historia tiene su miga, aunque sólo es una más de las que cuenta el libro. A Golpe de Micrófono, el libro que narra las peripecias de Perico Delgado en sus 20 años como comentarista de TVE, es un compendio de anécdotas a cuál más divertida, como el encuentro con una señora que dijo admirarle profundamente porque no sabía como podía estar tantas horas hablando a la vez que montaba en bicicleta.

Pero mi historia favorita es la del puti de Somosierra. Sabido es que Perico Delgado es muy despistado. Luxemburgo no fue una casualidad, y las casi 300 páginas del libro dan buena cuenta de anécdotas que conceden al despiste un papel primordial en la vida del segoviano. Lo que no es tan conocida es su afición a apurar los depósitos de gasolina.

Cuenta el ex ciclista de Reynolds que al acabar las grandes vueltas le entra prisa por volver a casa. Da igual lo tarde que acabe una carrera, en cuanto el trabajo queda hecho coge sus cosas y se va, sin esperar ni un minuto más en la ciudad que haya acogido el final de la carrera. Y mucho menos hacer noche.

Así que un año, al acabar la Vuelta al País Vasco (TVE retransmitía antes estas carreras incluso con comentarios de Perico) cogió su coche y partió hacia Madrid, donde reside. No hay tanta distancia, pero había sido una etapa con doble sector y ya anochecía cuando partió de tierras vascas. Calculaba llegar a casa de madrugada. Pero ya lo hemos comentado, Perico es de los que apuran el depósito.

A la altura de Aranda de Duero se le encendió la luz de reserva. Decidió parar 50 kilómetros más adelante. Tarde. El operario estaba cerrando y no quiso atenderle. Y así en la siguiente gasolinera. Y en la siguiente.

Es cierto que en España tenemos la buena costumbre de tener gasolineras cada muy poca distancia, máxime en carreteras principales, pero también tenemos la costumbre de cumplir a rajatabla el horario de cierre. Así que Perico estaba sin gasolina, de madrugada y con muy pocas opciones de salir airoso de la situación.

Enfilaba ya el Puerto de Somosierra y el comentarista iba haciendo la cuenta de la vieja. Era un poco tarde para llamar a casa, así que circulando entre 90 y 100 y poniendo punto muerto en la cuestas se atrevió a soñar que llegaría, pero no. Al coche también hay que alimentarle o te encuentras con el Tío del Mazo.

Carretera de Somosierra
Cerca del lugar de los hechos

El coche, como era de esperar, dio unos tirones y se quedó parado en el Puerto de Somosierra. Pero Perico había visto unas luces. Decidió retroceder un poco y pasar a preguntar, ya que le había parecido ver un bar abierto a unos metros de dónde se le había detenido el vehículo.

Y sí, estaba abierto. Pero claro, luces y en carretera…

Perico había dado con sus huesos en un puti y era la única opción que le quedaba para conseguir ayuda. Eso, o pasar la noche en la interperie. Y claro, no pasa nada por entrar en un puti, están pensados para que la gente entre, pero si eres famoso y entras en un puti a las tantas de la madrugada diciendo que justamente pasabas por allí y te has quedado sin gasolina queda de todo menos creíble…

El segoviano era consciente de ello y estaba cavilando en la puerta del local sobre qué decir si se presentaba la ocasión, aunque también albergaba la esperanza de que nadie lo reconociera y le ayudasen sin más a llenar el depósito. No tuvo ocasión. Antes de entrar se abrió la puerta del local y un cliente le reconoció al instante.

-¡Perico, qué haces por aquí!- o algo similar le espetó al instante el sorprendido consumidor. Me hubiera encantado ver su cara. Salir de un club y encontrarte al ganador de un Tour no debe ser la experiencia habitual en este tipo de establecimientos.

El caso, cuenta Delgado en su libro, es que el cliente se portó muy bien y se ofreció enseguida a acompañarle a la próxima gasolinera y a invitarle a otra copa en el puti, seguramente para hablar de ciclismo. Perico desechó la copa, pero agradeció que le acercasen a la gasolinera abierta, que estaba sólo a 10 kilómetros, y resolvió así el problema sin necesidad de entrar en la casa de alterne.

Si conocen la carretera y pasan alguna vez por allí les resultará imposible no imaginarse la escena. Dice Perico que la recuerda cada vez que pasa. Yo sólo he pasado por allí dos veces desde que me compré el libro, pero me es imposible retener una sonrisa. Una gran historia.

 

Libro A Golpe de Micrófono en Internet: aquí o aquí

 

 

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