Parece increíble que en un conflicto de escala internacional, donde campan a su ancha los misiles y amenazan con hacerlo otras tecnologías todavía más destructivas, pueda tener algún papel algo tan simple como una bicicleta. Pero lo tiene, si nos paramos a pensarlo. Aunque no como arma de destrucción masiva, ni como arma de ningún tipo.
La guerra entre Rusia y Ucrania es una realidad. Escenas que creíamos parte de los documentales sobre la Segunda Guerra Mundial ocupan hoy nuestros telediarios y lo que creíamos que no volvería a pasar nunca -una superpotencia militar envuelta en una guerra directa- afecta ya de manera palpable a nuestras vidas y a nuestras economías.
Y aunque estemos muy lejos de la frontera, las consecuencias vamos a sufrirlas todos, en forma de guerra económica. Derrotar a Rusia no va a ser una tarea fácil, ni rápida Descartada una intervención militar que nadie conviene (sería el inicio de la Tercera Guerra Mundial), Europa y Occidente deben enfrentarse a las consecuencias de litigar contra un país netamente exportador de materias primas. De gas y de petróleo.
Porque aunque su PIB sea solo ligeramente superior al de España y no llegue al de Italia, aunque algunos sectores de su población estén o vayan a estar empobrecidos, en Rusia siguen teniendo algo que Occidente necesita y que no se puede sustituir con facilidad. A no ser, claro, que dejes de necesitarlo.
No será cosa de un día o dos, porque no en una mañana no se cambia de vida, pero el mayor daño que se puede infringir a Rusia es no consumir su gasolina. Y montar en bici. Que además de ser saludable y molar bastante, va en línea con lo que desde Europa se lleva desde años proclamando por bandera, el cuidado del medio ambiente como seña de identidad propia.
Está claro que montar en bici no resolverá el conflicto, pero ayudará -junto con muchas otras medidas- a paliar el daño que este sinsentido está empezando a hacer en nuestras economías. Y si, por la razón que sea, no lo hace a nivel global, desde luego que puede hacerlo a nivel personal. Al precio que está la gasolina, empieza a ser conveniente que más de uno nos planteemos sustituir algún trayecto que antes hacíamos en coche por otro en bicicleta.
En muchos hogares, el segundo coche está siendo ya sustituido por una bicicleta eléctrica. Algunos todavía no lo saben, pero el siglo XXI será el siglo de las bicicletas, por mucho que se hayan inventado en el XIX. En Europa ya se venden más bicicletas que coches y en España hablamos de crecimientos interanuales superiores al 24%. En el año 1 de la pandemia, 2020, se vendieron en este país 1.565.233 bicicletas y los mayores incrementos se registraron en bicis eléctricas (un 48,9%) y urbanas, (un 46,4%).
Hay muchos motivos para coger la bici, pero ahora se suma uno más: el ahorro energético. Bien sea por interés personal, bien por reducir la dependencia energética de Rusia, lo cierto es que la bici te puede salvar de más de un apuro. Y te puede hacer ganar tiempo. Basta echar un vistazo muchas veces antes de salir de casa. Si vives en Madrid, consulta Google Maps, a muchos sitios llegas antes en bici que utilizando el transporte público o el coche.
