La presión le pudo. Durante un tiempo tuvo que parar a reflexionar y lo hizo con criterio. Se dio cuenta de que todas las expectativas que se cernían sobre sus espaldas le lastraban, eran como correr con cinco kilos de más en la bici, con si tuviera el freno siempre echado. Thibaut Pinot fue valiente y supo encontrar las razones por las que ya no disfrutaba tanto entrenando y compitiendo. Su cabeza le había dicho basta y necesitaba regenerarse.

Y así es como llega a este Tour de Francia, con un nuevo chip. Sin el agobio de pelear por una clasificación general y con la libertad que da ser un hombre con licencia para moverse como quiera y esperar su día para encontrar un triunfo de etapa que para él sería un verdadero desahogo y una de sus victorias personales más importantes.

Por eso, cuando le suceden cosas como las de hoy a los ‘Pinotistas’ se les remueve algo por dentro. Todo transcurría con normalidad en la octava etapa del Tour. Una persecución a la fuga que ni siquiera había entrado en su punto álgido y una pequeña cota a unos 50 kilómetros para la meta.

Entonces, primer vuelco al corazón. El plano de la televisión muestra a Thibaut Pinot por los suelos. Y subiendo. Por suerte, poco que contar de la caída y el francés reanudó su marcha enseguida. La realización siguió a lo suyo, un poco de fuga, otro poco de cabeza de pelotón con Pogaçar y su amarillo siempre presentes… y entonces el segundo ataque de pánico. Pinot retorciéndose de dolor, de pie pero con la bicicleta en el suelo.

La repetición fue clara y mostró uno de esos tipos de cosas que solo le pasan a aquellos que parecen tener una maldición encima. Pinot ascendía por uno de los costados, pegado al público, pero esta vez los aficionados no tuvieron nada que ver. ¡Fue un auxiliar! El hombre del staff del Trek tenía el brazo extendido esperando a que Mads Pedersen cogiera la bolsa de avituallamiento, no se percató de la presencia del corredor de Groupama FDJ (¿cómo es posible que no lo viera?) y su extremidad impactó de lleno contra la cara de Thibaut.

Al francés se le saltaron las gafas de sol y el bofetón le hizo daño. Para alguien que puede llegar justo de moral, este tipo de percances pueden derrumbarle la confianza como un castillo de naipes. Por suerte, Pinot volvió a la bici, reenganchó y pudo terminar la etapa con toda la normalidad que el día le permitió. Que afile el cuchillo, que el Tour necesita de él y él necesita del Tour.

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