Por Techo Díaz.- El éxito de una gran vuelta por etapas radica en que, a cinco días del final, no se sepa aún quién va a ganar y los favoritos estén separados por apenas un minuto y medio de diferencia. Y que se juegue todo a cara o cruz en la última gran etapa de montaña. Es un modelo en el que el Tour ha fallado estrepitosamente desde 1989 y en que la Vuelta, sin embargo, ha dado en los últimos tiempos verdaderas lecciones de organización, desde el duelo Cobo-Froome en el Angliru hasta el tríptico español con final inesperado en Fuente Dé.

Y en 2013 lo ha vuelto a bordar. Y eso que hasta las rampas de Formigal todo parecía condenado al aburrimiento. Grandes etapas, grandes escenarios, victoria de Nibali y todos a casa. La gran etapa pirenaica con final en Peyragudes se corrió a un ritmo endiablado sí, pero no hubo más épica que un programa de Teletienda. Y eso que todos atacaron. Pero nadie se iba. Si acaso, el espectáculo, que sí que estuvo presente en Haza Llanas y en la terrorífica etapa de los valles del infierno.

No nos habían avisado que la igualdad era esto. Si todos los corredores están parejos de fuerzas, por mucho que lo intenten no van a lograr mucha diferencia. Por mal que el Tour nos haya acostumbrado a las grandes victorias de Froome, Armstrong e Indurain, no siempre es así. No al menos, cuando el recorrido está pensado para que se luche por el maillot rojo hasta el último día, hasta el último golpe de riñón, hasta la mismísima meta de Madrid.

Que se lo pregunten si no al subcampeón olímpico y subcampeón de etapa Rigoberto Urán, que vio como le rebasaba en la mismísima línea de Formigal el jovencísimoWarren Barguil, todo pundonor, todo casta, todo épica a sus 22 años.

La Vuelta es así, o al menos en las tres últimas ediciones. No se queda, como en otras carreras, todo sentenciado en la primera etapa de montaña y asistimos en la tercera semana a un duelo por alcanzar la tercera plaza en la clasificación general. Hay lucha hasta el final, y así va a ser también en esta edición de 2013. Vincenzo Nibali ha sido y es un líder sólido, pero, con todo, no había logrado distanciar a sus rivales por encima de los dos minutos. Aún así, hace apenas dos días parecía invencible. Casi todos los corredores por debajo de los 40 años habían prácticamente abandonado las opciones de batirle y se conformaban, parecía, con el podio.

Cuando llegaron las rampas de Formigal nadie se lo creía. Después de tres etapas durísimas, en la que parecía más fácil se presentó el Tío del Mazo y preguntó por Don Vincenzo. Todos trataron de sacar botín, hasta el mismísimo Thibaut Pinot, hasta Samuel Sánchez viniendo por detrás vestido de naranja. Pero la igualdad es la que hay y tampoco hubo grandes diferencias. Eso sí, cambiaron las tornas.

El Tiburón, debieron pensar muchos, no va tan sobrado. Y aunque es difícil odiar a Nibali -correcto, educado y hasta simpático- la afición volvió a ilusionarse. Con un triunfo de los suyos o con la gran sensación de esta Vuelta, el comedor de donuts más simpático del pelotón. Horner está sólo a 28 segundos del italiano. Eso no es nada. Y Valverde a 1’14”. Queda Vuelta. Incluso para Purito, que tiene entre ceja y ceja la victoria en el Angliru, y está a 2.29″ del ganador del Giro.

“Si veo opciones de intentarlo desde lejos o aprecio cualquier debilidad y puedo arrancar, lo haré”, ha dicho hoy Alejandro Valverde, el mismo que hace sólo unos días parecía conformarse con el podio. Y no sabemos cuantos años piensa vivir Chris Horner, ni cuantos seguirá encima de la bicicleta, pero no parece descabellado pensar que está ante la oportunidad de su vida y que, consecuentemente, intentará desbancar al italiano. Purito ha sido más claro. “Para un escalador, poner la firma en el Angliru es la hostia”, ha dicho.

Así que en esas estamos. Llegamos a la tercera semana con cuatro ases en la manga y una buena dosis de montaña. El espectáculo, no lo duden, está servido. Y si bien el mérito es siempre de los corredores, no estaría de más tampoco reconocer el gran trabajo realizado por Abraham Olano y su equipo de colaboradores. Esto sí que es una gran vuelta.

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